47

4 0 0
                                    


—¿No hay otra forma de viajar?

—En autobús

—¿Por qué no vamos en autobús entonces?

—Primero —me pellizca la nariz— Porque ya nos dieron los pasajes, segundo no quiero ir en un autobús con muchas personas, y tercero porque no quiero estar sentado quince horas seguidas.

—Y.... —busco otra opción— ¿Porque no vamos en tu auto?

—Tranquilízate

—Tengo miedo

—Yo también

—Eso no ayuda

—Pero sabes que siento lo mismo que tú entonces se más comprensiva.

—¿Has viajado antes en avión?

—Si

—Entonces no sientes lo mismo —me cubro el rostro con las manos.

—Bueno, no es lo mismo. Pero te aseguro que una vez que despegamos no sentirás miedo.


•──•─•──•✦•──•─•──•


—Tengo miedo, tengo miedo, tengo miedo —repito sin parar sujetando demasiado fuerte los reposabrazos a mis costados.

Shawn se inclina hacia mí y me abrocha el cinturón de seguridad del cual ni siquiera me había preocupado.

—Respira —me mira firme— Inhala... exhala... —repite el ejercicio conmigo.

El timbre de algún sonido me quita el enfoque volviendo a la paranoia.

—Quiero bajarme —pido e intento tomar el cinturón jalándolo desesperada.

—Espera, espera. —Shawn me toma de las manos— No puedes bajar.

Y dicho eso veo como la azafata cierra la puerta y le coloca varios seguros para que quede bien puesta.

—Creo que quiero vomitar —anuncio cubriendo mi boca al sentir algo subiendo por mi garganta.

—Ay no... —Shawn busca desesperado con la mirada y cuando ve a otra azafata alza la mano y me señala, rápidamente ella se pierde entre los asientos y en eso otra arcada vuelve a mí— Aguanta un poco —soba mi espalda y siento ganas de llorar.

Cierro los ojos para pensar en otra cosa, pero lo único que invade mi mente es la altura en la que nos encontraremos por dos horas sobre la tierra y en lo peor que podría pasar al estar en un avión.

Justo cuando siento que no puedo detener el vómito me acercan una bolsa de papel madera y rápidamente la abro y coloco mis manos cerrándose alrededor de mi boca vaciando mi estómago para adentrarse mi almuerzo en esa bolsa.

Shawn da golpecitos en mi hombro y lo escucho hacer una que otra arcada.

Cuando me alejo de la bolsa y cierro la azafata rápidamente la toma con la mano enguantada y me tiende una botella de agua.

—Me desharé de esto —indica, y se va a paso rápido.

—Gracias —digo, pero no sé si alcanza a oírme.

—¿Mejor? —pregunta Shawn.

Aún estoy asustada, pero al menos no tengo ganas de vomitar de nuevo.

—Ya no tengo ganas de vomitar

Suelta una risita.

—Al menos es algo.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora