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—Hola —saludo a Brise una vez dentro de su auto.

—¿Cómo te fue? —pregunta poniendo el coche en marcha.

—Bien, tranquilo

Al igual que todos los días.

—¿Te parece tomar algo? ¿O vemos una película? —nos adentramos al centro reduciendo la velocidad.

Brise se ofreció llevarme a casa siempre que quiera y no tenga planes, y acepte gustosa ahorrándome las cuadras que camino algunas tardes algo cansada luego de pasar el día parada o sujetando cajas repletas de libros.

—Creo que prefiero la película —busco mi móvil en la cartera, pero al encenderlo solo se queda con la pantalla apagada— en el departamento, si no te molesta.

—Como quieras —cambia de dirección.

—¿Cómo van las clases?

Al ser un estudiante universitario tiene clases antes del periodo de los de secundaria.

—Bien —contesta concentrado en la carretera— Algunas materias son más fáciles que otras, ya te pasará.

—Si estoy algo nerviosa —confieso.

—Estarás bien —me dedica una sonrisa minúscula.

—Supongo —dobla en la cuadra del departamento y detiene el auto al ver un gran grupo de reporteros, fotógrafos y varias chicas afuera.

—¿Qué está pasando? —pregunta impresionada Brise.

Los carteles me dan la respuesta: Shawn volvió.

Se me revuelve el estómago. Nerviosa, trago saliva.

No puedo echar a Brise sin una razón. Supongo que ambos deberán conocerse y llevarse bien.

—Debe ser alguien en el departamento. Puedes aparcar ahí —señalo un espacio recién abandonado no muy cerca de la entrada. Observo la ropa que llevo puesta: un sencillo vestido de Jean celeste claro, una remera blanca debajo y botas cortas en los pies— ¿Tienes algún buzo o campera para prestarme?

Si esas personas me ven me reconocerán y comenzarán a inventar historias nuevamente.

De solo pensarlo me da dolor de cabeza.

—¿Para qué quieres la ropa? —pregunta apagando el auto. Estira el brazo hacia atrás del asiento y la vuelve al frente sosteniendo un buzo gris— Te quedará grande, pareces un palo.

—Gracias —contesto entre dientes— No quiero que me tomen fotos.

Ríe.

—Debo ser honesto como mejor amigo.

—¡No eres mi mejor amigo! —ruedo los ojos— No puedo tener dos mejores amigos.

—Estará por verse —responde burlón— Dile a tu amiga Brooklynn que hacerte caminar más de cien kilómetros no es de mejor amiga.

Suelto una carcajada.

Ambos bajamos del auto y a medida de empujones y pedir permiso llegamos a la entrada.

Empujo la puerta de cristal y no cede.

—Está cerrada —digo asustada.

—¿Tienes llave?

—No de aquí, nunca está cerrada.

—¿A hora que? —un fotógrafo lo empuja y Brise a medio de reproche lo aleja.

Me paso las manos por el cabello.

—No se —de repente un hombre al otro lado se acerca y abre la puerta solo un poco. Me alivio— Gracias, no sabía que iba a estar cerrada.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora