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En la madrugada.

   Lía.

Despierto por un golpe, a un lado de la camilla hay un chico que está levantando una silla del suelo y sostiene un vaso en la mano. Trato de mover el brazo derecho y gimo de dolor, lo miro y me doy cuenta de que lo tengo vendado. Él escucha y mira en mi dirección.

—Perdón, no quería asustarte —levanta las manos— Lamento despertarte yo te traje al hospital.

No digo nada y me siento en la camilla haciendo una mueca de dolor.

—Si no recuerdas tuviste un accidente, y como la ambulancia tardó en llegar me ofrecí a traerte —levanta la silla y deja el vaso en la mesita junto a la camilla— Me llamo Brise —saluda ofreciendo la mano, pero no hago ningún gesto y la retira.

Seguido entra una mujer. Tiene un uniforme anaranjado claro, su piel es oscura y tiene el cabello largo y ondulado.

—¡Genial! Esta despierta —dice dejando una bandeja de comida en la mesita y girándola para que quede frente a mí – En veinte minutos te realizarán los últimos estudios y luego vendrán a tomar tu declaración.

—¿Declaración? —pregunto y cuando hablo siento un desgarre en la garganta.

—Trata de no hablar, tienes las cuerdas vocales muy gastadas —saca de su bolsillo unas tres pastillas y las deja sobre la mesa— Vendrán policías a preguntarte qué fue lo que pasó. Tomate esos luego de que hayas comido.

Dicho lo último se fue por la puerta, miro la comida y en el plato hay un intento de sopa que al probarlo era más agua que otra cosa y lo que creo que es un postre rosado. Mientras tanto Brise se queda sentado viendo su celular ojeando de a ratos si necesitaba algo.

Tomo las pastillas y enseguida le informo a la enfermera para que terminaran los estudios.

Luego de dos horas entrando y saliendo de habitaciones llenas de máquinas y aparatos raros, no quisieron decirme los resultados, y me dijeron que ya estaban los policías esperándome.

—Buenas tardes —ambos miraron a Brise que seguía sentado— ¿Podría retirarse? Necesitamos hablar a solas con la señorita.

—Claro, de todas formas me tengo que ir —me avisa— Luego nos vemos.

Brise toma su chaqueta, sale por la puerta con un gesto de despedida hacia los policías mientras ellos toman asiento delante de la camilla manteniendo distancia.

—¿Cómo se encuentra? —pregunta uno de ellos, pelo rubio y alto.

No contesto. Sólo lo miro el arma fijamente con temor de que en cualquier momento la retire de su costado y apunte mi cabeza. El policía se da cuenta:

—¿Le incomoda? —saca el arma y lo deja en la mesa— Bien, ¿podría describirnos lo que sucedió ayer en la noche?

No sé qué contestarle, tengo miedo de solo de pensar qué tan enojado están ellos, se me pone la piel de gallina, aunque haberme escapado no sé si fue lo mejor, pero si no lo hacía seguramente estaría muerta. Años de secuestro y nunca me encontraron. Siempre decían que si me portaba bien no me pasarían cosas malas, pero la primera noche no deje de llorar y eso les molesto, dijeron que mis padres ya no me querían que habían conseguido una sustituta para mi y eso me afecto mucho ya que trate de llevarles la contra, pero insistieron hasta que comenzaron a golpearme. Después no solo me golpeaban. Ella comenzó a fumar y así a quemarme cuando no hacia lo que quería, luego cortadas con el cuchillo de él, latigazos cuando dejaba la comida, sin embargo, lo resistí todo hasta que una noche ellos llegaron ebrios y me amarraron a mi cama, grite a más no poder, pero termine inconsciente. Al despertar me dolía mucho mi entrepierna y seguí amarrada por todo un día, al parecer ella se enojó con él por haberme hecho algo muy malo, pero no por lastimarme si no por el hecho de ser yo y no ella. En ese momento dejo de alimentarme y comía de vez en cuando.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora