T1:E8: P A Z

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Amaba los sábados por la mañana, era mi día favorito, principalmente porque era mi día de descanso y es el único día que puedo dedicarme a mí misma.

El reloj marca las siete de la mañana, me levanto de mi cama para dirigirme a la ducha. El agua tibia me ayudaba tanto a relajarme. Tomo algo de la poca ropa que tengo en mi armario para dirigirme y toparme a Sophia recostada en el sofá con un bote de helado derretido sobre su pecho.

Sonrío negando con la cabeza al verla para poner el helado en la pequeña mesa de centro y cobijarla.

Las calles de Nueva York usualmente suelen ser movidas todo el tiempo, así sean las siete de la mañana o las tres de la madrugada. Desde que tengo memoria sé que salir a la gran ciudad a cualquier hora del día era peligroso, a excepción de ciertos barrios donde suelen vivir la gente de dinero y que no le interesa la inflación o los impuestos.

Finalmente llego a Central Park, mi lugar favorito, es tan enorme que puedes caminar por horas sin repetir lugares. Comienzo a correr tratando de sacar todo el estrés que hay dentro de mí. La música en mis auriculares a todo volumen me hace correr aún más veloz.

Después de un par de minutos el aliento me falta y es cuando me detengo. Por alguna razón mi vista se posa en una de las bancas cerca del lago, donde puedo observar al chico de cabello castaño sentado sosteniendo un libro en sus manos.

Parecía algo cansado como si hubiera caminado un rato, portaba tenis y ropa deportiva que lucía más cara que mi pasta dental. Él parece estar tan entrado en el libro que ni siquiera escucha mis pasos aproximarse.

—¿Furia de alas negras? Amo ese libro —le digo.

Siento curiosidad y timidez a la vez cuando me doy cuenta como una amplia sonrisa se posa en su rostro, ¿de verdad era solo por verme o simplemente estaba siendo amable?

—¡Sydney! ¿Qué haces aquí? —el chico contesta cerrando a la vez su libro.

—Bueno, es mi día libre así que... diario vengo a correr —sonrío—¿Tu qué haces?

—Pues... me gusta venir aquí, me tranquiliza mucho —puedo ver como Harry tiene sus mejillas rosadas, era lindo—realmente también mis padres me traen diario.

...

—¿De verdad ese es el final? —Harry pregunta con decepción por séptima vez—¡rayos! demoró dos meses en llegar para esto.

—Pero es genial, lo he leído cientos de veces—sonrío mientras camino junto al chico.

—¿En serio ya pasó una hora? —dice mientras observa su reloj.

—Este parque es inmenso—contesto.

—No, tú haces que el tiempo se pase volando—camino cabizbajo para evitar que vea mi cara roja como un tomate—escucha, mi casa está muy cerca de aquí, te invito un café, por favor di que sí, la verdad es que muero por conversar con alguien de mi edad y no con mis padres y sus deudas—Harry toma mi mano provocándome escalofríos.

—Seguro, si prometes que tu casa no está llena del hombre araña —digo provocando una risa en Harry.

—No te prometo nada.

Realmente me quedo boquiabierta cuando veo el auto donde un hombre esperaba a Harry, era como de esas películas de balas y hombres importantes que viajaban en camionetas enormes y hombres cuidándoles la espalda.

Me siento extraña cuando noto como cada vez más no adentrábamos a las calles menos peligrosas de toda la ciudad, así que me doy cuenta de que Harry era de una familia que no le importaba la inflación y mucho menos los impuestos.

Sabía por los rumores que las casas aquí eran como grandes hoteles, siempre creí que las personas exageraban un poco pero realmente decían la verdad, solo en películas veía este tipo de casas, supongo que el departamento donde yo vivía era solo un pequeño baño de estas mansiones.

Cuando llegamos a casa de Harry, no me sorprende el hecho de que su cas era la más grande de todas, siento algo de pena cuando el hombre que conducía abre mi puerta y me ayuda a bajar. Noto como afuera hay autos estacionados, sin mencionar que eran autos que habían salido apenas este año.

Su casa era como entrar a un mundo de fantasía, era muy minimalista y con colores claros y obscuros, tenía enormes ventanales y alfombra por todos lados, era verdaderamente espectacular.

—¿Esta es tu habitación? —digo al entrar al inmenso cuarto.

Estaba lleno de cómics al igual que fotografías de Harry con quien al parecer eran sus padres.

—Sí, adelante. Bienvenida a HarryLandia —el chico sonríe el ver mi sorpresa—¿qué pasa? -pregunta.

—Este cuarto es increíble, Harry.

—Ven, te quiero mostrar algo —Harry toma mi mano para llevarme a lo que parecía una gran terraza.

—No te creo... —digo boquiabierta—esto es increíble—la vista hacia la ciudad era sorprendente, parecía estar tan cerca pero tan lejos a la vez.

—Es mi lugar favorito, es como tener el control de todo. Eres la única persona con la que lo he compartido—observo a Harry quien me mira con una sonrisa, la cual deja ver unos hoyuelos que parecen hechos por los mismos dioses.


H A R R Y

Las horas parecerían pasar sin dejar huella, era increíble como podíamos tener tanta química, pero a la vez teníamos gustos distintos.

Hacía mucho que no me sentía tranquilo, Sydney era una mujer que transmitía tanta paz. Me hacía sentir bien, tan bien.

—¡No! —exclamo al nuevamente ver mi avatar perder.

—Te dije que era buenísima en ese videojuego—dice Sydney moviendo divertida mente sus hombros.

—Creí que era broma —digo, Sydney me mira divertida para después estampar su pequeño y delicado puño en mi hombro—te juro que hacía mucho tiempo no me sentía tan bien, digo, a pesar de que me haya vencido más de ocho veces.

—Sí creo que eres algo divertido —noto el sarcasmo en su voz y no puedo evitar mirarla.

—Deja de verme así —dice.

—¿Así cómo?

—Así... con tu sonrisa y tus ojos todos... lindos, no lo sé ¡basta! —río cuando noto de nuevo esas hermosas mejillas color rosa.

—Me gusta mirarte, Sydney Roberts, eres hermosa.

—Harry... —la voz de mi madre atrae mi atención hacia la puerta.

—Hola, mamá. Ven, te quiero presentar a Sydney—tomo la mano de Syd para dirigirme hacia donde yacía mi madre—mamá, ella es Sydney, Sydney, mi mamá.

—Es un placer, Sydney Roberts —Sydney estira su mano, sin embargo, mi madre la estrecha algo indispuesta.

—¿Roberts? —mi mamá frunce el ceño—espera... Roberts... ¿acaso eres hija de Marla Roberts? —el rostro de Syd cambia por completo, parecía como si le hubiese caído un balde de agua fría.

No dice nada y solo me mira algo apenada y confusa. —yo... Tengo que irme. Me divertí mucho Harry.

—¡Espera Sydney! yo te llevo —tomo su brazo tratando de detenerla.

—No, está bien, el autobús me deja cerca de casa, te veo luego—quiero decir algo, pero ella sale de la habitación. ¿Qué fue eso?

—¿Por qué estaba ella aquí, Harry? —pregunta mi madre algo molesta.

—Solo pasábamos el rato, ¿pasa algo malo?

—No te quiero ver cerca de ella ni de su familia, Harry.

—Pero... no entiendo, ¿por qué? —frunzo el ceño.

—Hijo... Marla Roberts, la madre de tu esa niña es una mala persona, totalmente fuera de control, demente. Trabaja en un bar nocturno, así que no me sorprendería que su hija sea igual.

—Pero mamá... Sydney...

—¡Harry! no te quiero ver cerca de ella y punto, ¿entiendes?

—Sí...

SAFE [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora