T1:E19: N O M E I R E

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H A R R Y

Despierto gracias a los rayos de sol que entran por mi ventana y el primer pensamiento que llega a mi mente, es Sydney tan cerca de mí, sentir sus labios con los míos era lo más cercano que había estado a la magia. Algo que jamás había sentido.

Me levanto de mi cama de un gran salto. Bajo las escaleras para ver a Zara quien se encontraba sacudiendo los muebles de la sala de estar.

—¡Buenos días! —exclamo mientras tomo a la mujer de baja estatura dándole unos giros.

—Muy buenos para ti, se nota —sonríe—¿Qué pasó ayer con Syd?

—Yo... —una pequeña risa sale de mi boca al recordar aquel momento—La besé —contesto apenas audible.

—¿Que tú qué? —Zara exclama boquiabierta.

—La besé —cubro mi rostro con mis dos manos tratando de ocultar la timidez.

—Dime la verdad Harry... —la mujer se cruza de brazos—¿Estas enamorado?

Escuchar esa palabra me hacía asimilar las cosas que sentía dentro de mí, definitivamente, era amor. No hago más que asentir con la cabeza sintiendo mis mejillas arder—Lo estoy —río.

—¡Es increíble, cielo! —la felicidad de Zara se podía notar a miles de kilómetros—Harry, el amor es algo mágico, es algo que te hace sentir en las nubes. Pero escucha. —su expresión cambia por completo—A veces... El amor es duro, y puede fallar. El amor puede devolverte cada parte que sentías pérdida o romperte en mil pedazos —su mano rosa mi mejilla como lo ha hecho en los últimos nueve años.

—Si es con ella. Puedo aceptar cualquier dolor posible.

Era fin de semana, y como cada viernes, tocaba tratamiento. A pesar de que mi salud se había recuperado desde hace unas semanas, los dolores nocturnos no habían desaparecido. Esta mañana no había despertado del todo dispuesto así que una quimioterapia podría ayudarme.

—No puedo creer que hayas hecho eso, mamá —suelto de pronto mientras conducimos el automóvil.

—¿A qué te refieres? —contesta sin dejar de ver su revista de modas.

—Invitar a Mitchelle a la cena que era exclusivamente para Sydney.

—Harry ya deberías ir olvidando a esa niña, no es buena para ti.

—¿Y qué es bueno para mi mamá?, ¿despertar e ir al hospital, medicarme, dormir y volver a lo mismo al día siguiente? —ella solo me mira, en el fondo sabía que yo tenía la razón. No espero respuesta y coloco mis audífonos sobre mis oídos, tratando de despejar mi mente, sabiendo que era imposible.

Finalmente después de un largo camino llegamos a nuestro destino donde una silla de ruedas ya me estaba esperando. Cada enfermero y doctores sabían que hoy era mi día. Muchos de ellos me daban palabras de ánimo, palabras que ya me sabía de ley. Los medicamentos que había ingerido en la mañana ya comenzaban a hacer efecto, mi vista estaba nublada y el dolor en mis sienes ya se comenzaba a presentar.

Conocía mi rutina de inicio a fin. Llegando a la sala de quimioterapias mi silla ya me estaba esperando. El dolor de las agujas clavándose en mi antebrazo y mi muñeca ya no se sentía. Esta práctica ya no era de unos minutos, se podía alargar horas y horas acabando cada vez más con la poca vida que tenía. Estaba muriendo.

Observó a mi madre. Sé que me ama y que daría todo por mí. Desde que tengo memoria ha sido mi amiga y mi compañera. Cada noche al despertar con las náuseas y los terrores nocturnos ella estaba ahí. Y mi papá, de quién a veces pensaba... ¿Cuántas vida le estaba costando mantenerme aquí? Ellos se estaban agotando. Su esencia ya se había marchitado. Las arrugas y manchas en sus rostros eran tan notorias que apenas podías jurar que tenían cuarenta y tres años. Yo me estaba yendo y ellos se estaban acabando junto conmigo.

S Y D N E Y

No podía dejar de pensar en Harry, no había llamado, ni me había escrito en todo el día. Estaba aterrada y pensaba en mil cosas ahora mismo, necesitaba verlo.

Después de prometer limpiar la casa por todo un mes a Sophia, a cambio de que me diera su día de repartición finalmente tomo todos los pedidos del día de hoy. Tomo mi vieja bicicleta para dirigirme rápidamente al hospital cerca de Memrow donde sabía que él estaba. —¡Señora Brown!, Hola, estoy buscando a Harry, ¿sabe dónde está? —un mal presentimiento entra en mi al ver la expresión de la mujer.

—Él... Esta en terapia intensiva. No es un buen día, linda —responde borrando por completo toda ilusión dentro de mí. ¿Dónde estaba?

No digo nada y sigo mi camino repartiendo la respectiva comida. Después de un rato llego a una pequeña sala de estar donde puedo ver a los padres de Harry, su madre estaba decaída en los brazos del hombre mientras lloraba desconsoladamente. Y es ahí, cuando mi corazón se estremece. ¿Dónde estaba Harry?

Mi corazón late fuerte, el último plato de comida cae al suelo. Sin pensarlo, comienzo a buscarlo por cada una de las habitaciones frías y vacías que había en aquel hospital. Pero no había respuesta. Mis lágrimas comienzan a salir cuando miles de pensamientos llegan a mi mente. Finalmente, llego a la última habitación del hospital, mi esperanza estaba decaída, caminaba por cada una de las secciones de la habitación donde podía notar a las personas conectadas a una máquina, algunas de ellas estaban casi en huesos, otras no tenían cabello, otras sus rostros eran de tanto dolor, jamás había sentido tanto pesar dentro de mí. La última sección estaba cerrada por una delgada cortina azul, no quería encontrar algo malo, estaba aterrada, sentía mi corazón queriendo salir de mi pecho.

Abro la cortina encontrándome con un Harry recostado. Sus labios estaban pálidos y sus mejillas estaban rosadas. El abre los ojos notando mi presencia. Un alivio enorme recae sobre mí al verlo despertar.

No dudo un segundo en correr a sus brazos sosteniéndolo fuerte. —Estás bien —susurro —por favor no vuelvas hacer esto... Creí que te habías ido —mi voz se quiebra mientras sostengo fuertemente su cuerpo contra el mío.

—No me iré... Lo prometo.

SAFE [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora