T1:E29: Por Siempre

244 20 5
                                    

2 4 H O R A S A N T E S
H A R R Y

Recaída. Unas de las peores cosas que le podría pasar a una persona podrida en cáncer. Sientes como si tu cuerpo estuviese en una montaña rusa que no deja de bajar. Quizá suene estúpido, pero juro que puedes sentir como el tiempo se va acortando y como cada vez más das tu último aliento.

Solo puedo ver los doctores analizándome, tratando de mantenerme aquí, sin embargo, yo ya no puedo.

¿Cómo le explicas a tus padres que ya no tienes ganas de vivir?, ¿cómo le explicas a tus padres que todas las noches lloro hasta quedarme dormido?, que no estoy comiendo bien, que no duermo, que quizá puedo estar aquí físicamente, pero por dentro estoy muerto. ¿Cómo explicar eso?

Mis padres llevaban más de dos horas hablando con los doctores que han atendido mi enfermedad toda la vida, por alguna razón no me permitieron acceder con ellos esta vez. De pronto escucho a mi madre alzar la voz mientras esta se cortaba.

Con esfuerzo logro ponerme de pie para colocarme en la pequeña silla de ruedas. No olvidando mi aparato del oxígeno que me permitía seguir vivo. Conduzco hasta la puerta de la habitación donde ellos se encontraban.

—¡No pueden dejarlo morir!, no pueden... —mi madre entre lágrimas expresa.

—Señora Cox, el cuerpo de Harry ya no resiste más. No puede soportar una quimioterapia más —la voz del neurólogo Hudson invade mis oídos.

—¿Qué hay de una radioterapia?, hace cinco años funcionó, mi hijo se recuperó —réplica mi padre.

—Hace cinco años el cáncer de Harry era controlable. Ahora está invadiendo sus órganos, lo está comiendo por dentro. —responde la doctora Brown.

—Yo puedo donarle, lo que sea. —dice mi padre.

—Sus expedientes médicos no nos permite dejarlos hacerlos. Y en estos momentos, la lista de donadores de órganos está vacía.

—¿Qué es lo que quieren decir?, ¿qué deje morir a mi hijo? —la voz quebrada de mi mamá me hace estremecer.

—Creemos que deberían hablar con él, qué es lo que él quiere. Señores, muchas veces todas las terapias, todos los medicamentos, todas las cirugías pueden dañar al paciente... Lamentablemente este es el caso de Harry.

—¿Cuánto tiempo? —mi papá pregunta. Haciéndome temblar.

—No mucho.

***

La noche estaba por caer. Permanecía en la fría camilla del hospital, esperando una respuesta. Quizá ya era tiempo, tiempo de irme. Ya no quería sentir más dolor. Sentía como lágrimas pesadas caían por mis mejillas tratando de entender por qué me tocó vivir esta vida. No lo comprendía. Pero ya estaba exhausto. Cansado.

Observo con atención la máquina de oxígeno que permanecía a mi lado. La cual, con solo presionar un botón me podía costar la vida. No pienso en nada, solamente mi mirada está sobre el pequeño botón verde. —Lo siento... —me digo a mí mismo mientras acerco mi mano cada vez más al botón. Ya no había opción, ya no había esperanza.

Lo hago.

Puedo sentir como un ardor intenso se apodera de mi pecho. Mis pulmones estaban tan débiles que no podían respirar por si solos. Finalmente, me deshago de la mascarilla la cual soplaba sus últimas haleadas de oxígeno. Todo se comienza a nublar y sólo puedo escuchar como el cardiograma suena cada vez más lento.

De pronto como flashes, imágenes de mis padres comienzan a llegar a mi mente, mi infancia antes del cáncer era como estar viendo pequeños fragmentos de lo que fui, de pronto, Sydney se apodera de mi mente, su sonrisa y sus ojos brillantes llegan de impacto a mi como bala y por fin, siento como con una pequeña sonrisa al recordar, me voy. Todo se torna obscuro.

H O Y
S Y D N E Y

Si pudiera explicar cómo me sentía en estos momentos, no me alcanzaría la vida para decirlo. Todo a mí al rededor parece estar en una dolorosa cámara lenta. Él no pudo haberse ido. No podía ser posible.

Al ingresar al crudo y frío hospital solo puedo sentir mis pies arder de tanto correr. Hasta que finalmente puedo ver a aquella mujer de cabellera rubia a quien la sostiene el hombre de ojos claros mientras ambos observan por una ventana que da a una habitación. Tengo miedo, sin embargo sigo caminando.

Sin decir nada solo me dedico a observar por la ventana donde puedo verlo. Estaba recostado tranquilamente mientras cientos de máquinas estaban conectadas a él. Me giro para ver a la mujer esperando una respuesta mala o buena. Ella simplemente entre lágrimas, asiente.

Lentamente ingreso hasta la silenciosa habitación donde él permanecía. Siento como el aliento se me va cuando noto la delgadez de su cuerpo, su cara era tan delgada que sus pómulos podían notarse. Tenía ojeras y su cabello era menos del que recordaba, sus labios estaban pálidos al igual que su piel. Sin embargo, yo seguía plenamente enamorada de él.

Tomo su fría mano para plantar un cálido beso sobre ella. Justo ahí, pude darme cuenta, que no quería alejarme, que tenía y quería mantenerlo a salvo.

Sin aviso, puedo ver como lentamente abre sus ojos. Parecía confundido, observa cada parte de la habitación tratando de entender lo que estaba pasando, hasta que sus ojos se encuentran con los míos—¿Estoy muerto? —una ligera sonrisa sale de mi boca cuando escucho sus palabras. —¿Si estás aquí? —pregunta mientras sus lágrimas se desbordaban y bajaban hasta su cuello.

—Lo estoy. Aquí estoy —beso su mano derramando algunas de mis lágrimas en ella.

—¿Por qué me dejaste?, ¿qué demonios te pasa?

—¿Qué demonios te pasa a ti?—respondo. —Lo siento... Nunca quise dejarte —siento como una paz interna llega a mi cuando lo vuelvo a sentir cerca.

—No debí dejarte ir —susurra en mioído mientras me sostiene con fuerza—Sydney, te amo.

—Te amo, Harry. Por siempre.

—Por siempre.

SAFE [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora