T1:E2: S Y D N E Y

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El sudor recorre mi frente al igual que mi espalda. Siento mis talones arder de tanto caminar, la presión de que no se tire ningún plato de mi bandeja hace que mi cabeza duela un poco.

Limpio, barro, sacudo, sirvo, atiendo. Todo en uno. Tomo la poca propina que dejan sobre las mesas para seguir con mi día. La coleta que llevaba puesta desde hace una horas ya estaba hecha un desastre. Finalmente la hora que todos esperábamos llega, la seis de la tarde donde las personas dejan de venir por unas horas, el momento más relajante del día. Me dirijo al pequeño baño de empleados en donde encuentro a una yo destrozada, mi cara esta sucia y mi ropa esta totalmente manchada y mi cabello alborotado. Trato de arreglar un poco mi aspecto para después salir nuevamente a la realidad.

Sigo cumpliendo mi trabajo hasta que finalmente se llegan las nueve de la noche, recogo la última mesa llevando los platos a la cocina. Camino hasta los lockers donde dejo el sucio mandil dentro para después sacar mi mochila. Tomo el gorro colocándole sobre mi cabeza al igual que mi gran saco, el crudo frío de Nueva York no se soportaba ni unos segundos fuera. Salgo directamente para encontrarme con los pocos compañeros de trabajo quienes charlaban mientras tomaban algo de té.

-¿Ya te vas? -me pregunta Sophia mientras bebe de su taza.

Sophia Parker es una de mis mejores amigas, en realidad la consideraba una hermana. La conocí hace unos años, una historia no tan agradable. Ahora somos roomies y las mejores amigas.

-Sí, la verdad muero de sueño -contesto algo apenada.

-¡Vamos!, solo quedate unos minutos -dice Miller mostrando su perfecta hilera de dientes.

Jackson Miller, un chico agradable pero bastante enfadoso, compartimos empleo desde hace un tiempo, el agradable pero desde que me declaró sus verdaderos sentimientos por mi la amistad cambió drásticamente.

-Quizá mañana, chicos -sonrío caminando hasta la puerta.-Hasta mañana, Sophie te veo en la casa -me despido para salir a la obscuras calles de la ciudad.

Soy Sydney, Sydney Roberts. Tengo 20 años y soy una chica común de Nueva York. Tengo un empleo en un restaurante de tres estrellas, en realidad no lo llamaría empleo, sino, explotación, trabajo más de ocho horas, sin embargo es necesario ya que me independice hace unos años.

En realidad no me gusta hablar de mi familia, son muy malos recuerdos. Vivo con Sophia en un apartamento a unas cuantas calles del central park, es lindo sin embargo es pequeño.

Después de unos minutos de caminata llego a casa, no hago más que soltar la pesada mochila al suelo y tirarme en el pequeño sofá. Sentía mis pies vibrar del cansancio que ahora sentía. Tomo un plato de lasaña, lo caliento unos segundos en el microondas para después tomar asiento en la diminuta mesa.

De alguna manera y como todas las noches unas tremendas ganas de lloriquear me invaden, el ver nuevamente la mesa vacía, la verdad es que ya estaba acostumbrada a estar sola conmigo misma. Pero últimamente podía sentir la soledad más clavada en mi, me sentía rara como si algo estuviese a punto de pasar, sin embargo, a Sydney Roberts las cosas malas la persiguen a más no poder.

Me encamino hasta mi cuarto dispuesta a no dormir por las pesadillas, así que selecciono una de todas las películas que Sohpia había comprado ya hace unos meses. Entre todas elijo una al asar, tomo mi frazada para cubrirme del frío y el enorme tazón de palomitas. 

Maldigo cuando me doy cuenta que era una estúpida películas de romance, sé que la mayor parte del porcentaje de mujeres que hay en el mundo, aman las películas así. Donde una absurda chica conoce al chico ideal, guapo y popular de la escuela, sin dejar pasar todos los obstáculos que les esperan pero al final vencen todo y terminan juntos teniendo dos hijos y viviendo cerca de la playa, suena estúpido lo sé.

La realidad era que muy en el fondo, quizá en los más escondido de mi corazón lo deseaba, sedeaba que alguien me mirara con amor, no un hombre que quiera pasar un rato, sino que realmente me quiera por lo que soy y lo que cargo conmigo. Aun que sé que es casi imposible que eso pase.

No habían pasado ni diez minutos de la película cuando decido apagar el televisor y dormir, esperando que el día de mañana llegara para poder repetir todo absolutamente igual.

SAFE [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora