Lana se quejaba en voz alta de cualquier cosa que pudiera: el clima, el color del cielo e, incluso, de las vibras que le daba la casa.
—¿Y si mataron a alguien aquí? Es un terrible lugar para vivir.
—No vamos a volver a Italia —le respondía Bianca cada vez que lo decía. Lana suspiraba y se marchaba arrastrando los pies.
Los días se pasaban lentos, y Lana se sentía cada vez más aburrida. Intercambiaba algunas cartas con sus amigos, pero siempre tardaban en llegar. No los culpaba por ello, consideraba que tenían otras cosas que hacer, además de que la distancia que tenía que recorrer la lechuza para llevar las cartas era probablemente demasiada.
—Lana —Bianca entró a su habitación—. ¿Te molestaría comprar tus útiles escolares?
—¿No lo hago todos los años? —preguntó con aburrimiento—. ¿Padre me estará esperando abajo? —Lana alzó ambas cejas cuando Bianca negó con la cabeza—. ¿Entonces tú me acompañarás?
—Te puedo llevar —dijo, frunciendo levemente el entrecejo—. Pero tengo que hacer otras cosas.
—¿Entonces estaría yo sola? —Bianca asintió—. ¿Sola solita? —preguntó, tratando de asegurarse.
—Sí. ¿Irás?
—¡Claro! —Lana se puso de pie, sintiéndose emocionada. Saldría de la mansión y, por si eso no fuera suficiente, estaría sin supervisión de sus padres en un sitio desconocido—. ¿Cuándo?
—Te espero abajo.
Lana sonrió y dio golpes en el aire con su puño, conteniendo sus deseos de gritar de emoción. Tomó su varita y la metió en el bolsillo de su falda negra, tomó un abrigo marrón y se lo puso sobre sus hombros antes de salir de su habitación. Cuando bajó las escaleras, Bianca estaba ahí, tenía su varita en la mano, y en la otra, algo que Lana no pudo reconocer.
—Extiende tu mano —Lana le hizo caso, Bianca dejó un saco en su palma—. Guárdalo.
Lana lo metió en el mismo bolsillo que su varita, mientras la veía buscar algo en sus bolsillos, hasta que sacó una llave.
—La llave de nuestra bóveda —explicó ante su mirada curiosa—. Tienes que ir al banco a sacar los galeones.
—Genial, ¿dónde queda eso?
—El Callejón Diagon.
—Genial, ¿dónde queda eso? —repitió, sonriendo levemente.
—Te voy a llevar —Bianca extendió su brazo izquierdo—. Sujétate.
Lana le hizo caso, sosteniendo su antebrazo con ambas manos. Entonces llegó aquella desagradable sensación de viajar a toda velocidad, y Lana apretó su agarre, entonces sus pies tocaron el suelo, deteniendo esa sensación de golpe. Lana se tambaleó hacia adelante, y habría caído al suelo si Bianca no la hubiera abrazado por el costado.
—¿Ya está? —preguntó después de unos segundos. Lana parpadeó rápidamente, algo confundida, entonces se puso de pie y dejó de poner su peso contra su madre.
—Claro.
Lana le prestó atención a su entorno. Era oscuro, una especie de cantina o algo parecido, Lana no estaba segura. Un par de mesa estaban repartidas por el lugar, con varias personas repartidas entre ellas. Ninguna les prestó atención, ni siquiera cuando Lana les miraba con curiosidad.
—¿Tres horas te bastarán?
—Seguro —respondió Lana, sintiendo que serían demasiadas—. Por cierto, ¿no es un poco pronto para las compras? Siempre suelo hacerlas después de que comienza septiembre, y apenas está acabando agosto.
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Todo por Granger || Hermione Granger
Fanfiction«Te protegeré de todo, Granger. Cueste lo que cueste.» Hermione Granger x Fem!oc Universo y personajes de J.K. Rowling, a excepción de Lana y otros personajes que no reconozcan, la historia de dichos personajes es de mi autoría. Prisoner of Azkaban...