52. La ladrona de gatos.

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Lana odiaba el temblor de sus manos, en especial cuando estaba en presencia de Voldemort y de una buena cantidad mortífagos. Oh, y claro, también tenía a la profesora de Estudios Muggles colgando sobre su cabeza.

Estaba sentada en la mitad de una mesa larga ornamentada, con mortífagos a su lado, todos ocupando los demás asientos, el único que parecía estar tan asustado y temeroso como ella era Draco, que estaba a su lado y miraba hacia arriba cada treinta segundos más o menos, parecía incapaz de no mirar a la profesora. La habitación estaba casi oscura, con la única luz que provenía de un rugiente fuego que venía de una preciosa chimenea de mármol, trasmontada por una ventana dorada.

—Yaxley, Snape —habló la voz de Voldemort. Lana alzó la vista un momento, viendo a su antiguo profesor de pociones al lado de otro mortífago, rápidamente volvió su vista a la mesa, prefiriendo concentrarse en la madera oscura.

Deseó que Aldo estuviera con ella, pero solo Draco y Lana tenían permitido sentarse en la mesa con los demás mortífagos. Lana tenía la sospecha de que era por haber sido de ayuda para el asesinato de Dumbledore, y ya que Aldo no había ayudado casi en nada, tenía que quedarse en su habitación hasta que la reunión acabara... igual que Antonella. Lana sintió la furia recorrerla al recordarla, pero se apresuró a calmarse, sabiendo que perdería el control de su Oclumancia si se enojaba.

—Severus, aquí —dijo Voldemort, señalando el asiento a su inmediata derecha—. Yaxley... junto a Dolohov.

Los dos hombres ocuparon sus lugares asignados. La mayoría de los ojos alrededor de la mesa siguieron a Snape, y estaban posados en él cuando Voldemort habló primero.

—¿Y?

—Mi Señor, La Orden del Fénix tiene intención de trasladar a Harry Potter de su actual lugar seguro el próximo sábado, al anochecer.

El interés alrededor de la mesa se agudizó palpablemente. Algunos se tensaron, otros se inquietaron, todos miraban fijamente a Snape y Voldemort.

—Sábado... al anochecer —repitió Voldemort. Sus ojos rojos se fijaron en los negros de Snape con tanta intensidad que algunos de los observadores apartaron la mirada, aparentemente temerosos de que ellos mismos resultaran quemados por la ferocidad de la mirada, incluida Lana. Snape, sin embargo, devolvió la mirada tranquilamente a la cara de Voldemort y, después de un momento o dos, la boca sin labios de Voldemort se curvó en algo parecido a una sonrisa—. Bien. Muy bien. Y esta información proviene de...

—...de la fuente que hemos discutido —dijo Snape.

—Mi Señor.

Yaxley se había inclinado hacia adelante para mirar mesa abajo hacia Voldemort y Snape. Todas las caras se giraron hacia él.

—Mi Señor, yo he oído algo diferente.

Yaxley esperó, pero Voldemort no habló, así que siguió.

—A Dawlish, el Auror, se le escapó que Potter no será trasladado hasta el día treinta, la noche antes de que el chico cumpla diecisiete...

Lana se desconectó de la conversación, poco interesada en saber cómo planeaban matar al que alguna vez había sido su amigo. Dentro de ella nació el pensamiento de que, quizás, podía enviarles un patronus para advertirles que los mortífagos y Voldemort sabían, o sospechaban, que día sería trasladado de su casa a otro lugar.

«No» Se dijo mentalmente, con la mirada perdida. «Eso podría involucrar poner a Hermione en peligro, y no te puedes permitir eso» Y miró a su padre, él sí que parecía interesado en lo que Voldemort, Snape y Yaxley discutían.

Lana se perdió en pensamientos de Hermione y sus ojos cafés. Se preguntó qué pensaría de ella en ese momento, y su pecho dolió ante la perspectiva de que podía odiarla. Seguía perdida en sus pensamientos sobre ella, hasta que un grito la sobresaltó, provenía de debajo de sus pies, probablemente del sótano.

Todo por Granger || Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora