3. Saturnalia.

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A Lana le gustaba diciembre, era su cumpleaños y celebraba el solsticio de invierno con las fiestas de Saturnalia.

—En otros lugares le dicen Navidad, y es solo el veinticinco de diciembre —comentó Aless—. Personalmente, me gusta más la Saturnalia.

Aless miraba a Antonella, que estaba sentada en la cama de Aldo, mientras este estaba sentado en la silla del escritorio; y Lana estaba sentada junto a Aless. Todos estaban vestidos con sus mejores túnicas de gala por la cena que tendrían después.

—¿A quién no? —Antonella sonrió—. No tenemos clase desde hace tres días. Soy tan feliz.

—Yo nunca había pasado una Saturnalia lejos de mis padres —dijo Lana, distraídamente—. Usualmente íbamos a alguna fiesta de los amigos de mis padres, o ellos hacían una en casa —Cerró los ojos y suspiró—. Pero prefiero estar con ustedes.

—Oí a la profesora de Historia de la Magia, dijo que en un rato saldremos del colegio —dijo Aldo, parándose para caminar hacia Antonella—. Iremos al Templo de Saturno.

—¿El qué de quién? —preguntó Lana, frunciendo el entrecejo.

—¿No dijiste que celebrabas Saturnalia? —preguntó Aless con sorpresa—. Es tradición ir a algún santuario de Saturno. Antes se iba al Foro Romano, pero los muggles ya no celebran Saturnalia, e ir allí podría exponernos.

—Nunca fui a ningún santuario.

—Tienes que estar bromeando —soltó Aldo—. ¿No has tenido un banquete público? Juraría que los Russo invitaban a todos los sangre pura a sus banquetes de Saturnalia.

—Ah, claro, tiene sentido —Antonella suspiró—. Los Russo y los Salvatore se llevan mal, tienen una especie de riña histórica. Algo como que uno de sus antepasados traicionó a uno de los antepasados del otro... o yo qué sé.

—Entonces hoy es el primer día de consagración de Saturno que Lana vive —Aless sonrió—. Es genial, ya verás.

—Eso espero.

Lana le sonrió a Aless.

—¡Los esperamos a todos en la entrada principal del colegio!

Aldo se sobresaltó cuando escucharon la voz del director del colegio.

—Odio cuando hacen los anuncios así —se quejó—. La vez pasada estaba durmiendo y me desperté con un «¡Las clases han sido canceladas!». Maldije y bendecí al director ese día.

—Lo recuerdo, era algo como «¡Te odio!», y luego decía que lo adoraba y que era lo mejor que le había podido pasar al colegio —Aless rio.

—Será mejor que vayamos, no queremos que se vayan sin nosotros —Antonella se puso de pie y caminó hacia la puerta, Aldo la siguió rápidamente. Aless y Lana se quedaron solos unos segundos después.

—Vamos.

Lana se puso de pie y recogió su mochila, luego salió de la habitación de Aless y Aldo. Aunque la torre por fuera no parecía tan ancha como para tener diez habitaciones en cada planta, las tenía y de buen tamaño. Aless decía que habían sido extendidas con magia, que, de lo contrario, el interior de cada habitación mediría apenas cinco centímetros.

—¿Tienes los regalos? Lo normal es intercambiarlos después del banquete.

—Los tengo en mi mochila —Lana sonrió. No sabía si les gustaría lo que había comprado, esperaba que sí, no quería haberse gastado el dinero de emergencia que su madre le había dado, en vano.

Bajaron por las escaleras de la torre, viendo las paredes de piedra decoradas con flores de muchos tipos, todas con solo algo en común: que eran verdes o rojas. Los pasillos estaban decorados de igual forma, agregándole algunas flores de laurel. Siguieron caminando hasta que se encontraron con una gran aglomeración de estudiantes, Aldo y Antonella estaban un poco apartados, parecían esperarlos.

Todo por Granger || Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora