51. Todo por Granger.

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Hermione estaba recostada en su cama y era de noche, en otra oportunidad habría aprovechado todo el tiempo que tuviera para estudiar o para convencer a Harry de que aquel libro de pociones no era bueno, pero estaba pensando en Lana, y Harry se había ido a la oficina de Dumbledore.

Hermione miró su mano izquierda, mirando con atención el anillo en ella, el mismo que Lana le había regalado, entonces unas palabras acudieron rápidamente a su mente.

«No se quitará a menos que tú ya no me quieras o que yo ya no te quiera a ti, o cuando nos casemos, o a menos que alguna de las dos muera».

De inmediato llevó su otra mano hacia el anillo y titubeó unos segundos, acariciando el anillo con sus dedos, sintiendo el frío metal y los relieves del escudo de la familia Salvatore, entonces respiró profundamente, preparándose para llorar toda la noche o saltar de felicidad, y jaló el anillo.

Se quedó en su dedo.

Hermione se contuvo de soltar una carcajada de alegría. Lana aún la quería, la amaba, el anillo estaba fijado en su dedo como hacía un año. Aún se querían.

Su alegría se acabó en el momento en que comenzó a pensar, si Lana aún la quería, ¿qué estaba sucediendo? Entonces lo que Harry le había dicho hacia tan solo unos días acudió a su mente.

«Lana es una mortífaga».

Hermione cerró los ojos con fuerzas y se llevó una mano a la frente. No había querido aceptarlo, pero en ese momento era la única posibilidad que se le ocurría. Entonces miles de posibilidades acudieron de inmediato a su cerebro.

Lana siendo obligada a tomar la marca.

Lana uniéndose a Voldemort por gusto.

Lana haciendo todo eso para protegerla.

Y mil más.

Se sintió estúpida. Todo el tiempo que había gastado convenciéndose a sí misma de que Lana no era una mortífaga, podría haberlo invertido en hablarle, en obligarla a decirle que sucedía.

Hermione se puso de pie de un salto, tenía que ir a buscarla, no estaría en paz hasta que Lana le dijera que estaba pasando, y Hermione no la dejaría ir hasta que se lo dijera, aunque tuviera que darle veritaserum o someterla a un imperius para que eso sucediera.

Y la buscó, en su habitación, en la sala común, por los pasillos, pero no estaba en ningún lado, y eso no le gustó a Hermione.

Mientras tanto, Lana estaba con Draco en la Sala de los Menesteres, ambos abrazados y llorando de felicidad.

—¡Lo logramos, Lana, lo logramos! —exclamó él lleno de júbilo.

—Estaremos bien. Todo estará bien.

Había mostrado una lealtad que claramente no poseía a Voldemort, su padre se olvidaría por completo de que amaba a Hermione y ella estaría a salvo. Eso esperaba Lana.

El alivio en su pecho no se podría comparar con ninguna otra sensación que antes haya sentido. Hermione estaría bien. Nada le pasaría.

Entonces sintió que su pecho quemaba, soltó un quejido y se llevó la mano allí, sintiendo su collar quemar, tragó saliva. Hermione la necesitaba, pero, ¿cómo podía irse en ese momento?

—¡Lo logramos! —gritó Draco alzando ambos brazos.

—¿Quién está ahí? —Ambos se quedaron quietos cuando escucharon una voz venir de algún lugar, intercambiaron miradas, entonces Draco cerró los ojos con fuerza, luego se escuchó un estruendo y un grito.

—¿Qué hiciste? —preguntó Lana algo preocupada.

—Le pedí a la sala que le sacara —respondió con tranquilidad, entonces mostró una sonrisa—. Solo queda avisarle a Rosmerta, ella les enviará la señal.

Todo por Granger || Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora