Todo por Granger || Hermione Granger

5. Segundo año.

Lana, Aless y Aldo fueron todos juntos en el carruaje a Everore, subieron en él cuando se detuvo en la terraza del edificio de departamentos en el que vivía Aless.

—¿Los sengeas que viven en los otros apartamentos no se enteran de esto? —preguntó Aldo con curiosidad.

—Solo viven magos aquí —explicó Aless—. Es un edificio exclusivo para personas mágicas. Sería un desastre si un mago en formación vive entre sengeas.

—Claro.

Lana asintió como si entendiera. Aldo no preguntó más, si no que prefirió ponerse a jugar con las cartas de Aless, que habían terminado siendo casi suyas.

—¡Es ridículo que Goku derrote a Vegeta, y lo sabes! —exclamó Aldo, luciendo indignado—. Vegeta es mil veces mejor.

—Calla y sigue jugando, llorón.

Aldo se mostró ofendido, y el comentario de Aless solo lo motivó más a jugar.

Lana ignoró los gritos indignados de Aldo durante el viaje. El carruaje parecía que seguía la misma ruta del año pasado, pues recogió a Antonella, y después a otros alumnos que Lana reconocía levemente.

Lana y Antonella tuvieron una leve conversación sobre cómo había sido el verano de ambas, y se rieron juntas de la exageración de las quejas de Aldo.

Cuando llegaron a Everore, cada uno se fue a su habitación. Lana se sentía cansada, y apenas llegó a su habitación se dejó caer en la cama.

—¿No irás a cenar? —preguntó Antonella, acomodando su uniforme.

—El sueño resulta una necesidad más urgente que comer, al menos ahora mismo.

—Veré si te puedo traer algo.

Lana alzó su mano y su pulgar, escuchó la risa de Antonella, luego la puerta cerrarse, y supo que se había quedado sola. Suspiró, relajando todo su cuerpo, y fue solo cuestión de segundos para que se quedara dormida.

★★★

—Aún me cuesta creer que Lana me haya superado —murmuró Aless cuando salieron de la clase de Historia de la Magia.

—Fue el curso pasado, supéralo —respondió ella.

—Además, todos sabemos que te superó porqué está enamorada de Griemer, y presta atención a todo lo que sale de su boca —Antonella se burló.

—¡Eso no es verdad! —dijo Lana de inmediato—. Solo es una materia interesante.

—Claro que no —Aldo la contradijo—. A nadie le interesa porqué el primer Ministro de Magia renunció.

—¡Oigan! —Un chico que iba en su mismo año, pero que ninguno conocía, se detuvo a su lado—. ¿Oyeron de los que se enfrentaron a duelo?

—¿Hubo un duelo? —preguntó Aldo—. No pude apostar —se quejó, haciendo un gesto de fastidio.

—Terminaron en la enfermería; uno terminó con una pierna rota, y al otro se le salió un ojo.

Antonella hizo un gesto de asco.

—Que desagradable —dijo—. ¿Y por qué nos cuentas eso? —Antonella alzó una ceja—. No recuerdo haberte preguntado.

Él se sonrojó, murmuró algo y se alejó rápidamente.

—Nunca habría podido responderle así —soltó Lana, frunciendo el entrecejo—. No tendría la confianza para hacerlo.

—No te preocupes por eso —Antonella sonrió—. Yo te enseño.