57. La defensora de Salvatore.

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Lana había dejado de caminar encorvada por todos lados, comenzando a volver a mantener la espalda recta, ya se sentía lo suficientemente segura de mostrar una sonrisa de superioridad a cualquiera que se encontrara en su camino. Saber que Sirius y Hermione no la odiaban, la hacían sentir lo suficientemente bien como para poder ignorar las miradas de desprecio de sus compañeros de casa, e incluso se sentía lo suficientemente animada como para mostrarles una sonrisa.

Ginny se preocupó ante la nueva actitud de Lana, pensando que seguramente planeaba algo, y ella no fue la única, Antonella también había notado dicha actitud y había hablado con Aldo.

—Yo ya no soy tu esclavo —espetó él cuando Antonella le dijo que averiguara que estaba pasando.

—Aldo, querido, Aldo —Antonella chasqueó la lengua, e hizo girar su varita entre sus dedos—. No eres mi esclavo, eres mi... —Antonella titubeó, ¿qué se suponía que diría? ¿Amigo? ¿Prometido?—. Eres mío —espetó.

—Siento decepcionarte, pero todo es correspondido o no vale —siseó él, con rabia—. Tú no eres mía, nunca lo has sido ni lo serás.

—No soy un objeto...

—Yo tampoco lo soy —replicó él—. Así que no digas que soy tuyo como si lo fuera —Aldo quiso empujarla, pero se mantuvo en su lugar—. Estás loca, Antonella, y yo no estoy completamente cuerdo, pero sí lo suficiente como para querer alejarme de ti.

—¿Lo suficientemente cuerdo como para...? —Antonella se relamió los labios, pensando en una amenaza que fuera suficiente para hacer que Aldo tuviera que obedecerle. No podía usar a sus padres, Aldo no les tenía ni el más mínimo aprecio. Y él nunca había tenido muchos amigos, excepto...—. ¿Lo suficientemente cuerdo como para permitir que Lana sea lastimada?

Él la miró, tragando saliva.

—Ah, sí, querido —Ella sonrió con crueldad, acariciando su mejilla. Aldo juraría que sintió el anillo de Antonella cortarle la mejilla, entonces ella se inclinó hacia él—.Tengo ojos en todas partes, y, adivina qué, tengo línea directa con quién yo quiera. Ventajas de tener al Ministro como padre —susurró contra su oído, y rio—. Y tengo a la magia de mi parte —Le dio una palmadita en la mejilla, cosa que a Aldo no le gustó—. Anda a conseguirme información.

Aldo apretó los dientes, entonces salió de la sala común, temblando de rabia.

★★★

—¡Oh, Aldo! —exclamó Lana cuando lo vio—. A qué no adivinas lo que...

—No me digas —Aldo la interrumpió con seriedad—. Antonella notó que te ves feliz, quiere saber qué pasa, así que aquí está Aldo, el espía —Él cerró los ojos y se pasó la mano por la cabeza, sintiéndose triste por la pérdida de su cabello—. Intentará sacarme la verdad, estoy seguro. Pude evitar decirle todo lo que sé sobre tú y Granger, pero...

—Ay, Aldo, tonto —Ella negó con la cabeza—. Te diré de todas formas —Aldo negó frenéticamente con la cabeza, luego sintió que ella le cogía la mano—. Estoy pensando vengarme de todos esos Gryffindor tontos, han estado mirándome mal desde que comenzó el curso, alguien tiene que darles su merecido.

Entonces apretó dos veces su mano. Aldo sonrió en reconocimiento. Cuando estaban en el colegio mágico en Italia, en época de exámenes, se sentaban lo suficientemente cerca como para tocarse las manos, así que habían creado un código para ayudarse, con una mano hacían el número de la pregunta, mientras el otro tomaba la mano del otro. Un apretón para verdadero, dos para falso. Sencillo y perfecto para preguntas de verdadero y falso. Antonella desconocía por completo esto, ya que siempre había creído que era demasiado inteligente como para caer en esas trampas. Si estaba espiándolos, no lo entendería. Si intentaba con la Legeremancia tampoco entendería. Y, de todas formas, si intentaba con Veritaserum, Aldo no sabía nada.

Todo por Granger || Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora