Todo por Granger || Hermione Granger

32. La mascota de Umbridge.

Lana y Hermione estudiaban en la habitación de la italiana. Hermione tenía su libro de Encantamientos en una mano y con la otra hacia movimientos ocasionales con su varita, practicando. Lana, por su parte, murmuraba nombres de cosas muggles y sus utilidades, y, cuando tenía dudas, le preguntaba a Hermione.

—¿Qué es un... venlilador?—preguntó Lana algo confundida.

—Ventilador—corrigió Hermione, entonces frunció el ceño, intentando buscar una forma de explicárselo—. Es un aparato que suelta aire, para refrescar el ambiente.

—Como un hechizo de enfriamiento o ventilación —dijo Lana. Hermione asintió.

—Más o menos.

—De verdad, tengo que ir a tu casa y tienes que enseñarme cosas muggles.

—¿De verdad quieres eso?—preguntó Hermione sin poder ocultar la inseguridad en su voz.

—Claro que quiero —Lana frunció el ceño—. Eres mi novia, eres hija de muggles, ya sabes, las cosas muggles son parte de ti también, y quiero saber todo de ti.

—Eso fue muy cursi —murmuró Hermione, ocultando su rostro tras el libro, intentando que Lana no viera su sonrojo.

—Hermione—la llamó Lana—. ¿Qué es un microondas?—preguntó—. Espera, ¿lo mencioné bien?

Hermione asintió con una sonrisa, mientras Lana la miraba con atención.

—Lo dijiste bien—afirmó—. Es un aparato para calentar la comida.

—Los muggles son muy raros —murmuró Lana devolviendo su vista a su libro.

Ambas siguieron estudiando en silencio, hasta que Lana se aburrió y dejó su libro sobre su mesita de noche.

—Mione—la llamó, recibiendo un «¿hmm?» como respuesta—. ¿Puedes dejar ese libro y venir aquí conmigo?

—Me falta poco para controlar este encantamiento, espera un segundo.

—Hermione—se quejó Lana—, esos encantamientos son para el final del curso, apenas estamos comenzando.

—Vale—Hermione cerró el libro y lo dejó sobre la mesita de noche, sobre el libro de Lana—. ¿Qué quieres?

—¿Le diremos a Harry y a Ron que estamos... en esto?—preguntó Lana, señalando a Hermione y luego señalándose a sí misma.

—Me parece buena idea decirles—respondió Hermione en voz baja—, ¿tú qué piensas?

—Claro que quiero decirles—dijo Lana con el entrecejo fruncido—. Es decir, me gustaría besarte frente a ellos, a veces siento que nos ocultamos y no lo estamos haciendo, ¿o sí?

—Para nada—respondió la castaña de inmediato—. ¿Les decimos el lunes?

—Me parece buen plan —asintió Lana.

Ambas se quedaron en silencio unos segundos, hasta que Hermione sonrió y dijo:

—Ya que me interrumpiste, ¿puedo hacer algo?

—Lo que quieras —respondió Lana con una sonrisa.

Hermione se acercó, colocó sus manos en la nuca de Lana y la acercó a ella, hasta que sus narices se rozaron. La castaña la besó, y en cuestión de segundos se volvió un beso apasionado y demandante, Lana sentía la lengua de Hermione hacer estragos con su cordura.

Lana suspiró, sintiendo el suave sabor a fresa que Hermione siempre tenía en su boca. La castaña no se apartó de la boca de la otra, como si tuvieran una clase de magnetismo que les impedían apartarse, hasta que el aire se hizo necesario y Hermione se separó, respirando rápidamente.