El mundo mágico siempre ha tenido secretos, unos más importantes que otros.
Secretos en cada esquina, en cada familia y más si dos personas que no debían estar destinadas a estar juntas, quieren estarlo.
Nadie debe saber sobre sus miradas, caricias...
El banquete de bienvenida había terminado, los estudiantes se dirigieron a sus respectivas salas comunes, en el caso de Hermione ella se sorprendió pues en lugar que su valija estuviera se encontraba la de Demetria, estaba a punto de enfurecer pero Parvati vino corriendo diciéndole que su nombre se encontraba en otra habitación, Hermione siguió a su compañera para ver de lo que se trataba todo ese asunto, al llegar a la habitación se dieron cuenta que era uno de las dos habitaciones de los prefectos, justo enfrente estaba la otra habitación que tenía el nombre de Ronald, eso la hizo reírse y correr a las habitaciones de los chicos buscando a su amigo.
— ¡Ronald!, ¡Ronald! — gritaba Hermione, subiendo las escaleras hacia la habitación de sus amigos.
— ¿Qué sucede, Hermione? — le pregunto, un poco asustado
— Te has convertido en Prefecto — dijo, emocionada — tu nombre está afuera de la habitación, vamos Ron acompáñame.
Bajaron las escaleras, pasando por la sala común y subieron una pequeña torre donde estaban ambas habitaciones — Ronald Weasley — leyó el pelirrojo — asombroso tengo mi propia habitación.
— Entremos a verla — ambos entraron a su propia habitación
Todas sus pertenencias estaban ahí, Hermione se emocionó al ver una cama gigante además de tener su propio baño tenía un gran librero que lo llenaría con libros prestados de la biblioteca pues los prefectos no tienen límites en ese sentido.
— ¡Asombroso, asombroso! — exclamaban ambos muy emocionados.
— ¿Eres Prefecto? — pregunto Pansy que había entrado a la torre de Gryffindor con ayuda de Fred y George.
— Eso parece — contesto aún sin saber quién era pues estaba ocupado admirando su nueva habitación
— Yo igual — dijo, emocionada — ¿podríamos ir a festejar a las tres escobas?
— Lo siento, pero tengo novia — respondió aun admirando su gran espacio — además no deberías estar acá si eres prefecta de otra casa — volteo a ver con quien hablaba — pero bueno... puedo hacer una excepción contigo — sonrió desde la puerta.
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— Entonces... ¿a qué hora vamos a las tres escobas? — pregunto, Pansy.
— ¿Por qué tanta prisa? — pregunto, con curiosidad
—No he tomado una desde... bueno ya sabes... la primera cita... — comento convirtiendo su cara en un verdadero tomate — prometí nunca volver a tomar una si no era contigo... gracias a Merlín que volviste porque si no por primera vez rompería una promesa.
— En ese caso como prefectos podemos ir mañana a la hora de la comida, ¿no? — comento, Ron.
— Me parece bien... — lo abrazo como si ella fuera una niña pequeña y él un enorme oso de felpa — será mejor que me vaya... mañana es el primer día de clases.
