Capítulo 50: Expelliarmus

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La tan esperada primera clase había llegado, luego de meses de planearlo, los hermanos Potter y sus amigos lo habían logrado, llevarían a todos a la sala de menesteres.
Una puerta de brillante madera había aparecido en la pared. Ron la miraba fijamente, Harry extendió un brazo, agarró el picaporte de latón, abrió y entró el primero en una amplia estancia en la que ardían parpadeantes antorchas como las que iluminaban las mazmorras, ocho pisos más abajo.

— Esto nos vendrá muy bien cuando practiquemos hechizos aturdidores — comentó Ron con entusiasmo dándole unos golpecitos con el pie a uno de los cojines.

— ¡Y miren los libros! — gritó Hermione, emocionada, mientras pasaba un dedo por los lomos de los grandes volúmenes encuadernados en piel — Compendio de maldiciones básicas y cómo combatirlas... Cómo burlar las artes oscuras... Hechizos de autodefensa... ¡Uf! — se volvió y miró a su hermano — esto es fabuloso, Harry. ¡Aquí está todo lo que necesitamos!

Y sin más preámbulos, cogió Embrujos para embrujados del estante, se sentó en el primer cojín que encontró y se puso a leer.

Entonces oyeron unos golpecitos en la puerta. Harry se dio la vuelta. Habían llegado Ginny, Neville, Demetria, Lavender, Parvati y Dean.

— ¡Vaya! — exclamó Dean observando lo que lo rodeaba impresionado — ¿qué es esto?

Harry empezó a explicárselo, pero antes de que hubiera terminado llegó más gente y tuvo que empezar de nuevo. A las ocho en punto todos los cojines ya estaban ocupados menos tres de ellos y no era precisamente porque el trío no estuviese sentado, si no, porque Lynne ni Luna habían llegado, ni siquiera Pansy. Harry fue hacia la puerta y giró la llave que había en la cerradura con un ruido lo bastante fuerte para convencer a los asistentes; éstos, por su parte, guardaron silencio y se quedaron mirando a Harry. Hermione marcó con cuidado la página que estaba leyendo de Embrujos para embrujados y dejó el libro a un lado.

— Parece que no vienen las Lovegood... — susurro, Hermione lo suficiente alto para que Harry la escuchara.

— Pansy no ha llegado, posiblemente fue por ellas — se trató de convencer

— Deberías hablar con Luna — recomendó, Ron.

— No porque tu noviazgo vaya bien significa que deberías dar consejos sobre ello — exclamo, Harry y todos voltearon a verlos.

— Basta, Harry — dijo entre dientes, Hermione mientras apretujaba el brazo de su hermano.

— Bueno — dijo Harry un poco nervioso — éste es el sitio que... Hermione ha encontrado para nuestras sesiones de prácticas, y por lo que veo... todos lo aprueban.

— ¡Es fantástico! — exclamó Cho, y varias personas expresaron también su aprobación.

— Qué raro — comentó Fred echando un vistazo a su alrededor con la frente arrugada — una vez nos escondimos de Filch aquí, ¿te acuerdas, George?, pero entonces esto no era más que un armario de escobas.

— Creo que deberíamos elegir un líder — sugirió la castaña.

— Harry es el líder — saltó Cho mirando a Hermione como si estuviera loca.

— Sí, pero creo que deberíamos realizar una votación en toda regla — afirmó Hermione sin inmutarse — queda más serio y le confiere autoridad a Harry. A ver, que levanten la mano los que opinan que Harry debería ser nuestro líder.

Todos levantaron la mano — bueno, gracias — dijo Harry, que tenía las mejillas ardiendo — muy bien — dijo cuando Hermione se hubo sentado de nuevo — ¿empezamos a practicar?, he pensado que lo primero que deberíamos hacer es practicar el expelliarmus, es decir, el encantamiento de desarme. Ya sé que es muy elemental, pero lo encontré muy útil...

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