Capítulo 3

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Escuchar a un hombre gemir por tu culpa es el sonido más sexy y exquisito que puedes oír.

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Su mano subió suavemente hasta la parte en donde se podía observar mi clavícula y la acarició con una suavidad tortuosa, una sonrisa descarada se asomó antes de llevarla nuevamente hasta mi pecho y abrir su mano sobre este

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Su mano subió suavemente hasta la parte en donde se podía observar mi clavícula y la acarició con una suavidad tortuosa, una sonrisa descarada se asomó antes de llevarla nuevamente hasta mi pecho y abrir su mano sobre este.

Su sonrisa desapareció de inmediato al hacerlo y su rostro se descompuso en una mueca de dolor antes de retirar su mano de mi cuerpo y llevarla frente a sus ojos para observarla. Literalmente se estaba calcinando, la negrura iba desde sus dedos hasta su muñeca, antebrazo y antes de que llegara a su codo se volvió completa oscuridad frente a mi desapareciendo.

—¿Me podría explicar por qué demonios está fuera de la ciudad? —me di la vuelta sobresaltada al escuchar aquella pregunta.

Procedía de un hombre joven de cabello rubio muy claro y uniforme táctico como el que usaba mi hermana. Los nervios afloraron alrededor de mi cuerpo al reconocer ese hecho: estaba en problemas.

—Yo... —intenté explicar la situación, pero nada más que jadeos salía de mi boca.

—Andando, este terreno no es seguro para ninguno de los dos, pero menos para ti —asentí antes de caminar detrás del hombre a paso rápido.

Intentando distraerme del enorme problemón en el que me encontraba me enfoqué en su espalda ancha, en su andar seguro y en la forma en la que tenía remangado el uniforme hasta los codos. Sus botas militares ocasionaban un ruido atrayente al hacer contacto con las piedras, pero pronto la distracción acabó al fijarme que estábamos frente a la primera torre.

Nunca había estado en una ni de cerca y estarlo hacía que escalofríos recorrieran todo mi cuerpo.

—¿Se puede saber qué hacías afuera? —me aclaré la garganta para que la voz no me temblara.

—Iba a la antigua ciudad —él me miró por sobre su hombro sin detenerse.

—¿Para qué? ¿Querías suicidarte? Porque a eso ibas —la molestia en su voz era evidente.

—Necesito dinero y ahí hay cosas que puedo vender para conseguirlo —lo escuché reír irónicamente.

—Solo si puedes volver para venderlo —suspiré profundo.

Lo más probable es que me llevarían a la fortaleza para meterme en una de las celdas por desacato y mi hermana tendría que ir a buscarme y eso no estaba dentro de mis planes.

—Las personas como yo vivimos muchas precariedades, no me dan trabajo en ningún lado, mi hermana aquí no gana lo suficiente para comprar cosas fuera del presupuesto y no me quedaba de otra que buscar una forma —él se detuvo para darse la vuelta y yo frené mis pasos justo en frente de él.

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