Capítulo 17

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Deja que mis dedos corran por los caminos de tu cuerpo.

—Pablo Neruda

Abrí mis ojos despacio sintiéndome desorientada al no reconocer el lugar en el que despertaba

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Abrí mis ojos despacio sintiéndome desorientada al no reconocer el lugar en el que despertaba. Unas sábanas suaves me cubrían y una almohada que parecía hecha de nubes se encontraba levemente mojada.

Me incorporé dejando que la sábana se deslizara de mi cuerpo sintiendo el frío azotar en mis pechos desnudos. Levanté la sábana lentamente encontrándome totalmente desnuda. Intenté recordar que había sucedido, pero las imágenes eran borrosas y ninguna me dejaba saber en donde demonios estaba.

Cuando escuché la puerta ser abierta subí la sábana cubriendo mi cuerpo y el alivio me embargó al ver a Haytan entrando por la puerta.

—¿Dónde estamos? —cuestioné observando su torso descubierto y los bóxer negros que cubrían su virilidad.

—En mi casa —peinó su cabello hacia atrás mientras se adentraba en un closet.

—¿Por qué estoy desnuda? ¿Tuvimos sexo? —él salió del closet con pantalones de chándal grises.

—La somnofilia no es lo mío —se sentó junto a mi y me arrancó las sábanas dejando mis pechos al aire —estabas horriblemente sudada y no te acostaría en mi cama de esa forma —rodeó con sus dedos uno de mis pezones enviando escalofríos por todo mi cuerpo —estabas muy borracha, por eso no recuerdas cuando tu misma te duchaste.

—Ah —susurré cuando su boca hizo contacto con mi pezón rodeándolo con su lengua.

—Buenos días, preciosa —susurró con una sonrisa antes de separarse de mi cuerpo dejando mis pezones erectos.

—¿Por qué no tengo resaca? —cuestioné al verlo acercarse a la puerta.

—Dos botellas de agua y un analgésico antes de que te quedaras dormida —luego salió de la habitación dejándome sola.

Retiré las sábanas de mi cuerpo sacando mis pies de la cama y dejándolos sobre la peluda alfombra plateada. El piso de la habitación era de mármol negro brillante, las paredes eran de un gris oscuro con algunos cuadros abstractos colgando de las paredes, una cortina negra hasta el piso cubría lo que creía era un ventanal, con pasos lentos me acerqué hasta él y abrí una esquina para poder ver que se ocultaba.

El vértigo me azotó con fuerza al ver lo alto que estaba, la ciudad se veía pequeña desde mi punto y supuse que estaba a más de veinte pisos de altura, porque hasta el edificio de al lado se veía pequeño.

Cerrando las cortinas nuevamente me encaminé hasta la puerta doble que daba hacia un hermoso baño con ducha de cristal, bañera, lavabo y estantes con un montón de cosas sobre él. Abrí uno de los cajones y saqué un cepillo de dientes nuevo y los lavé rápidamente, luego me adentré en la ducha y lavé todo mi cuerpo con el gel de ducha que suponía usaba él.

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