Capítulo 30

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Gracias MichelTrinidad9 por las ideas que me diste para el capítulo.

Ella es fuego y en ese fuego yo ardo.

—David Sant.

—¿Asustado? —cuestioné al verlo acercarse a la puerta

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—¿Asustado? —cuestioné al verlo acercarse a la puerta.

—Ya me he enfrentado a esa maldita bestia muchas otras veces —yo sonreí dando un par de pasos.

—Pero nunca te has enfrentado a mi —y como si mis manos fuesen un manantial una cascada de fuego salió disparada en su dirección y otra hacia las cadenas que me mantenían cautiva.

El intentando que las llamas no lo tocaran salió por la puerta frente a mi y en cuanto la cadena se derritió en el lugar mas delgado la jalé logrando que se separara de la pared. Al sentir el calor detrás de mi me hice a un lado justo cuando la roca de la pared se derretía creando un circulo por el que una lluvia de fuego pasó.

El fuego cesó y yo miré por el enorme agujero encontrándome con el enorme dragón esperándome. Una de sus cabezas lanzaba fuego alrededor de él evitando que las sombras se acercaran y yo dejando que los instintos me abrazaran corrí fuera de la celda arrastrando el resto de las cadenas que aún colgaba de uno de mis pies.

Un gimoteo me hizo detenerme y darme la vuelta para ver a la loba que intentaba cruzar, pero la roca caliente le hacía difícil la situación.

—Joder —cerré los ojos unos segundos antes de acercarme a la orilla del agujero —ven por aquí —ella se acercó a la orilla y yo me alejé para dejar que saliera dando un salto majestuoso que la sacó de aquella celda.

Miré a la bestia frente a mi tratando de entender como me sacaría de ese lugar, pero pronto recibí respuesta al ver como una de sus alas se colocaba frente a mi indicándome que subiera.

Sin pensarlo dos veces subí por la enorme ala hasta llegar a su lomo, miré a la loba que me observaba atenta.

—Ven aquí, maldita loba —ella se arrastró por el ala con las orejas bajas como si le pidiera perdón o permiso a la bestia de dos cabezas y luego se cruzó frente a mi con las orejas agachadas.

La bestia de dos cabezas seguía arrojando fuego en tanto yo solo me preocupaba por colocarme bien sobre ella intentando no caerme.

—Amm, sube, sube —ella ni siquiera me prestó atención y siguió en lo suyo —no me hace caso.

La loba delante de mi alzó si hocico al cielo y soltó un aullido que caló hasta lo más profundo de mis huesos.

La bestia como si la hubiese entendido comenzó a caminar lejos de donde me mantenían cautiva y luego se lanzó del acantilado que no había podido ver y extendió sus alas tomando vuelo.

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