Capítulo 38

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Mírala, no olvides que las reinas caen, y las diosas no admiten estupideces.

—David Sant

—Eres lenta —yo sonreí ante su actitud infantil acelerando el paso

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—Eres lenta —yo sonreí ante su actitud infantil acelerando el paso.

—Es que llevo desventaja —dije colocándome junto a él.

Haytan y yo íbamos corriendo por el extenso bosque en una carrera que, por supuesto él iba ganando, aunque yo corriese con todo lo que tenía él era más rápido en todos los sentidos.

—Espera —no me dio tiempo a detenerme por lo que cuando detuve mis pasos terminé cayendo por una especie de grieta.

—Joder —grité cuando quedé colgando gracias a Haytan, pues él había sostenido mi brazo evitando que cayera.

—Ayúdame —pidió halándome.

Yo sostuve mi mano libre del borde y me impulsé hacia arriba para ayudarlo a llevarme hasta el piso.

—Eso estuvo cerca —susurró cerca de mi rostro —sabes que tenemos que cruzar por aquí ¿no? —cuestionó.

Yo solté un suspiro antes de alejarme de la grieta y caminar hacia atrás, Haytan se colocó junto a mi y ambos comenzamos a correr para tomar impulso y poder saltar hacia el otro lado.

Mis manos y pies aletearon varias veces en el aire antes de caer del otro lado, pero mi pie resbaló y terminé cayendo al suelo golpeándome la mandíbula.

—Necesito entrenar más —solté viendo como Haytan caía de pie como un maldito gato.

—Si saltaras más sobre mí, no hubiese necesidad de tantos entrenamientos —dijo ayudándome a levantar.

Yo solté una risita sin poder evitarlo.

—Tus comentarios ni al caso.

Continuamos caminando por el oscuro bosque hasta que una calle se cruzó en nuestro camino. Estaba destartalada, y a leguas se notaba que era de la antigua ciudad.

—Siento que están ahí —le dije apurando el paso.

Luego de unos minutos caminando por la calle observando atentamente todo a nuestro alrededor, Haytan tomó mi mano para que caminara en la dirección que había tomado.

Nos escabullimos detrás de los árboles para buscar un lugar en el que pudiésemos observar sin ser vistos.

Haytan me señaló un punto exacto entre dos árboles y mis cejas se levantaron con temor.

Un montón de antorchas se extendían a lo largo de lo que suponía era un parque repleto de personas, pero no personas que se supone se preparan para la guerra, sino de muchas de ellas tiradas en el piso con muchas de sus partes negras.

Me solté del agarre de Haytan y comencé a acercarme sintiendo como todo mi ser temblaba.

—Hey, Elin, espera —no hice caso a su susurro y me acerqué a las personas junto a un árbol intentando no ser vista.

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