Capítulo 18

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¿Y si un trozo de madera descubre que es un violín?

—Arthur Rimbaud.

Mis manos acariciaban con lentitud el cabello de Haytan mientras él me llevaba colgada de su espalda

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Mis manos acariciaban con lentitud el cabello de Haytan mientras él me llevaba colgada de su espalda.

—¿Ya me dirás a donde vamos? —cuestioné luego de un rato en el que él solo se había adentrado en el bosque.

—Lo verás cuando lleguemos.

—Nunca había venido a este lado —admití observando los altos pinos.

—Yo venía mucho aquí cuando me mudé a la ciudad —sus manos me tomaron de los muslos para levantarme un poco más —fue difícil abandonar el lugar en el que había vivido tanto tiempo —admitió.

—Yo también tuve que dejar mi ciudad —susurré —pero a diferencia de ti no llegué siendo reina —él asintió entendiendo.

—Todos sufren a su manera, Elin —dijo por primera vez mi nombre —y aunque sé que no es lo mismo yo tuve que pelear a muerte con veintidós años y estuve a punto de morir —suspiró profundo —lo que vino después fue peor, porque, aunque era un rey los ancianos del consejo creían poder hacer conmigo lo que querían, los primeros años fueron una mierda.

Luego de eso guardó silencio no queriendo decir nada más.

—Mi padre murió cuando tenía diez año y cinco meses después mi mamá se suicidó —cerré mis ojos intentando que las emociones no me dominaran —en mi antigua ciudad mi hermana era importante, los primeros tres años subsistimos gracias a el pago que le hacían en el ejército, no era muy bueno, porque en ese entonces ella tenía quince y no tenía un buen puesto. Pero cuando cumplió dieciocho ya tenía dos años estudiando medicina por lo que consiguió un puesto en el hospital —recosté mi barbilla de su hombro para continuar relatando —vivíamos bien y tres años después era uno de los pocos médicos de la ciudad, era novia de un soldado rico y ejemplar y se iban a casar.

—¿Y que sucedió? —cuestionó suavemente.

—Yo le pasé —susurré —mató a un paciente con una sobredosis que solo iba a colocarse suero salino por haber estado varias semanas en una misión con poca alimentación.

—¿Lo mató por qué?

—Me hizo cosas —dije simplemente —su prometido la sacó de la cárcel y le dijo que el plan de casarse seguía en pie, pero ambas terminamos yéndonos de la ciudad porque ella quería algo mejor para mí, aunque eso significara lo peor para ella.

—Por eso no asciende —entendió Haytan —su historial no le permite ser un soldado con poder  —asentí disfrutando de la leve brisa que azotaba mi rostro.

Sin que lo hubiese visto venir Haytan me tomó de la capucha de la sudadera y se agachó para lanzarme al piso chocando mi espalda con el césped haciéndola crujir.

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