Capítulo 8

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Las personas no son adictas a las drogas, son adictas a escapar de su realidad.

—Eleinn Dichi

Mis pasos a través del oscuro bosque eran lentos debido al dolor que aún sentía en cada zona de mi cuerpo

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Mis pasos a través del oscuro bosque eran lentos debido al dolor que aún sentía en cada zona de mi cuerpo. El cielo nublado era levemente iluminado por las llamas del segundo aro de fuego, la corriente del rio deleitó mis oídos al estar lo suficientemente cerca como para ver el aro de fuego reflejado en las frías aguas.

Mis manos fueron a parar hasta el borde de mi top mientras quitaba mis zapatos con un puntapié en cada lado. Bajé la falda lentamente y metí el primer pie en el agua helada antes de lanzarme y sumergirme por completo olvidando por un momento el entumecimiento en mis músculos y el ardor que sentía por dentro de mi piel.

Estrujé mi cuerpo eliminando los rastros de sangre y lavé las prendas eliminando toda suciedad. Exprimí lo más que pude las prendas y las dejé abiertas sobre una roca para que el frío aire de la noche la aireara un poco.

Me sumergí una vez más en el agua y al salir mi corazón se paralizó ante la imagen que mis ojos admiraban. Una sonrisa de lo más sincera surcó mis labios y un par de lágrimas de felicidad recorrieron mi mojada mejilla.

—Madre mía —susurré.

Las nubes que siempre cubrían el cielo privándonos del sol y la luna se habían abierto dándome una imagen surrealista. La luna se alzaba completamente redonda, las nubes a su alrededor y el arco del aro de fuego justo a su lado y todo reflejándose en las tranquilas aguas del río eran una imagen digna de admirar.

Era la primera vez que recibía luz lunar y miré brazos fascinada por la luz blanca que me dejaba observar mi piel. Mis ojos no se despegaron de ella hasta que las nubes se volvieron a mover evitando que cualquier destello de la luna se observara, pero esos minutos para mi habían sido suficientes y la imagen no salía de mi cabeza.

Sin más nada que hacer dentro del río salí colocándome mi ropa para luego caminar por la orilla del río buscando la planta que solo se daba en estos alrededores. Al encontrar la piedra que me servía como indicador giré hacia la derecha y comencé a contar los pasos hasta llegar al matorral de plantas que desprendían un olor único.

Tomé unas cinco hojas grandes de la planta alucinógena y emprendí el camino hacia mi casa en la oscuridad de la madrugada enfocándome en la surrealista imagen de la luna que se proyectaba en mi cabeza y no en lo que había pasado minutos antes.

Mis pasos eran lentos, sin prisa y despreocupados. La soledad me envolvía, así como los sonidos de los animales nocturnos que me acompañaban.

Dejé atrás el primer aro de fuego saliendo por completo del bosque mientras cantaba Woman de Ellie Goulding suavemente sintiendo cada letra como mía. Amaba esa canción en desmedida porque de cierta forma me identificaba, me definía y me alentaba.

Kingdom of ShadowsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora