Un rey jodidamente ardiente, sádico, descarado por mucho y con un ego tan elevado como las nubes.
Cruel como un diablo y hermoso como un ángel.
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La mejor forma de liberarse de la oscuridad es caer en ella.
Ese ha sido...
La mayoría muere a los 16 pero nos los entierran hasta los 75.
—Anonimo.
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Te veo en el parque a las siete de la mañana, no asistas a la escuela hoy.
Leí el papel una y otra vez preguntándome el por qué había regresado después de tanto tiempo sin siquiera mirarme. Me alegraba que así fuera y el que me estuviese mandando notas ahora no era buena señal, pero decidí no acatar la orden y estruje el pequeño pedazo de papel que encontré anoche frente a mi puerta y me fui a la universidad.
Cuatro días habían pasado después de que Haytan me había acompañado hasta mi casa. Sus palabras se repetían en mi cabeza todos los días y cada que la analizaba le encontraba más y más sentido a lo que decía.
Dorian no había vuelto a hablar conmigo y no sabía si era por lo de Adrik o por algo más que desconocía. A Adrik y Raian los había visto poco casi frenando mis entrenamientos, pero terminé practicando sola con el saco de boxeo y a decir verdad me iba bien.
Sintiendo el frío calarme en lo más profundo me encaminé hacia la universidad y evité que el miedo me embargara al recordar como las letras de esa nota me torturaban.
Él era el único capaz de causarme miedo sin siquiera estar cerca de mí, con tan solo pensarlo mi piel se erizaba y mi corazón martillaba con fuerza contra mi pecho.
—Elin —Naila se acercó a mi gritando efusivamente.
—Hola, Nai —ella me sonrió sacando una bolsa de su mochila.
—Te traje algo.
Me pasó la bolsa de papel marrón y al abrirla algo de tela roja y brillante me dio la bienvenida.
—¿De dónde lo sacaste? —cuestioné.
—Mi mamá lo tenía en su closet y al hacer limpieza lo iba a botar porque no solemos usar ese color y me di cuenta de que a ti te quedaría perfecto —maravillada saqué el vestido sintiendo lo sedosa que era la tela.
—Gracias —la abracé.
—Regalo de cumpleaños adelantado —mis cejas se levantaron recordando que no faltaba tanto para mi cumpleaños.
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Un suspiro de cansancio escapó de mis labios al cruzar el umbral del departamento, todos mis músculos dolían por los ejercicios que Raian me había puesto y la caminata hasta mi casa no era para nada relajante.
—Alina —llamé al observar varias gotas de sangre en el piso —¿Alina donde estas? —un sollozo estrangulado se escuchó en la habitación frente a la mía y entré rápidamente encontrándome con una imagen que no me hubiese gustado ver nunca.
—Estoy bien —casi ni se le entendía lo que decía.
Sintiendo como mi corazón se apretujaba me arrodillé junto a ella y dejé mis manos en el aire al no saber dónde tocarla.
