Capítulo 28

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Me quieren oscurecer y no saben que tengo al maldito sol de mi lado.

—David Sant

Mi cuerpo cayó al suelo ante el golpe contundente del bate de metal contra mi estómago

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Mi cuerpo cayó al suelo ante el golpe contundente del bate de metal contra mi estómago.

—Recuerdo la sensación del fuego quemando mi rostro desde adentro —dijo la mujer antes de impactar el objeto contra mis piernas con más fuerza —era enloquecedora la forma en la que me quemaba, sentía que moriría en cualquier momento —aseguró —mala suerte que tu no ardas, porque esa sería la forma más adecuada de cobrarte la maldita marca que dejaste en mi cara.

Su mano enguantada tomó mi cabello haciendo que la mirara. La mitad de su rostro se encontraba negra y yo solo pude escupirle la sangre acumulada en mi boca antes de reír.

—Debí quemártela completa —aseguré.

Ella me soltó levantando el objeto para luego golpear con fuerza contra mis costillas. Iba a impactar nuevamente contra mi cuerpo, pero la puerta de metal fue abierta salvándome de otra dolorosa arremetida.

—Si sigues así la matarás y si la matas estamos en problema —la mujer gruñó enfadada antes de salir de la pequeña prisión dejándome sola con el hombre que había parado mi sufrimiento.

Ni siquiera lo miré, solo me acurruqué en el frio piso sintiendo el dolor envolver todo mi cuerpo.

—No te he visto derramar una sola lágrima —yo le di una sonrisa ensangrentada a lo que él me la devolvió —te juro que cuando sea mi turno te haré gritar de dolor, pequeña luz.

Dicho esto, se dio la vuelta saliendo del reducido espacio cerrando la puerta detrás de él.

La sonrisa desapareció en cuanto salió y sin que pudiese evitarlo una lágrima escapó de mis ojos y a esa le siguieron otras más.

Habían pasado varias horas después de que aquel hombre me había visitado y luego de ello varias mujeres entraron comenzando lo que era una dolorosa tortura a base de golpes, habían arremetido mi cuerpo contra la pared, con bates, látigos, cuchillas y otros objetos que ignoraba.

Habían pateado, golpeado, escupido y orinado mi cuerpo. Mi cabello había sido jaloneado una y otra vez y las palabras que salían de sus labios solo iban dirigidas a mi autoestima y estabilidad mental.

Negué una y otra vez en el frio suelo.

No me iban a doblegar, no otra vez. Sorbí con fuerza mi nariz y sequé mis lágrimas tragándome las que faltaban por salir. Suspiré profundo y sin poder evitarlo me quedé dormida sobre el suelo intentando menguar el dolor de la cantidad de golpes que poseía.

Agua fría fue arrojada contra mi cuerpo haciéndome despertar soltando un grito de sorpresa. Tenía la esperanza de que todo hubiese sido un mal sueño, de que él no me hubiese traicionado, pero no era así. La pequeña celda me hizo saber que nada había sido un sueño y que todo lo que me había pasado era real

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