Capítulo 37

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Tu tan fuego y yo tan decidido a quemarme.

—David Sant

Haytan se encontraba junto al ventanal de la sala en tanto yo estaba desparramada en su sofá recordando la forma tan sádica en la que asesinó a tres personas como si fuese el pan de cada día

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Haytan se encontraba junto al ventanal de la sala en tanto yo estaba desparramada en su sofá recordando la forma tan sádica en la que asesinó a tres personas como si fuese el pan de cada día.

—¿Estás bien? —cuestioné.

Antes de que me pudiese contestar una mujer de cabello rubio entró en el departamento azotando la puerta contra la pared. Yo me levanté deprisa y Haytan caminó en su dirección colocándose en frente de ella.

La mujer llevaba lentes de sol y un vestido negro entallado a su perfecta figura, sus piernas esbeltas terminaban en unos preciosos tacones de punta y una cartera descansaba en su brazo.

La mujer con pasos seguros se detuvo frente a Haytan y le colocó en la boca el cigarrillo que tenía entre sus dedos. Haytan le dio una calada y ella lo retiró llevándolo a su boca para darle otra en tanto Haytan soltaba el humo por su boca viéndose malditamente sexy. La mujer volvió a colocar el cigarrillo en su boca y Haytan se lo quitó con los labios para luego envolver uno de sus brazos alrededor del cuerpo de la mujer.

Tomó el cigarrillo de su boca dejándolo entre sus dedos y soltó el humo frente al rostro de la mujer la cual quitó sus lentes de sol arrojándolos al piso antes de llenarle la cara de besos a Haytan. Tragué duro al ver los maravillosos genes de la mujer que, aunque se notaba que era algo adulta conservaba su hermoso rostro intacto.

Era jodidamente hermosa y sus ojos eran de un hipnótico azul casi igual al de Hayle y Haytan.

—Te extrañé tanto —susurró la mujer dejando un beso en la comisura de sus labios.

Yo apreté mis puños a ambos lados de mi cuerpo ante aquello.

—Yo también, mamá —el alivio recorrió todo mi cuerpo cuando escuché esa palabra salir de sus labios.

Esa hermosa mujer era su madre. Maldita sea.

—Estas lleno de sangre —tocó el rostro que había besado y frunció el ceño al ver su pecho de la misma forma —¿te has estado ejercitando? —cuestionó palpando su abdomen en tanto Haytan le daba otra calada al cigarrillo logrando que me humedeciera con la imagen.

—No sabes cuánto —contestó dejando claro el doble sentido.

—Hola, Elin —saludó Hayle cerrando la puerta tras ella.

—Hola —la mujer enfocó su mirada en mi y me observó con el ceño fruncido.

—¿Esta fue la que hiciste reina? —cuestionó observando atentamente mi rostro.

Yo tragué saliva al ver que analizaba mis cicatrices.

—¿Qué tienes en la cara? —Haytan se alejó de su madre terminándose el cigarrillo.

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