CAPÍTULO 151: ESTAMBUL

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Fue maravilloso despertar sin obligaciones que atender ni nadie que te interrumpiese el sueño, sabiendo que la casa estaba vacía a excepción de las dos personas que ocupaban la cama

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Fue maravilloso despertar sin obligaciones que atender ni nadie que te interrumpiese el sueño, sabiendo que la casa estaba vacía a excepción de las dos personas que ocupaban la cama. Ni siquiera Makkachin se encontraba allí en ese momento: a veces, a su perro le gustaba explorar la cocina o incluso se iba a jugar solo al jardín, persiguiendo liebres e insectos.

Víktor se volvió en la cama para observar mejor a Yuri, que seguía durmiendo a su lado. Descansaba con tranquilidad, a juzgar por la respiración calmada y el gesto relajado de sus cejas. Sus largas pestañas creaban unas sombras sobre sus mejillas que se le antojó besar; y ya que podía hacerlo, ahora que podía detenerse en esos pequeños gestos durante el tiempo que quisiera, sin que nadie asomase a la puerta para molestarlos, Víktor se inclinó y los besó.

Así fue como despertó a Yuri, quien frunció la nariz y luego abrió los ojos lentamente, con restos de sueño en sus pupilas oscuras. Le sonrió y preguntó:

—¿Qué hora es?

Víktor siguió la curva de su sonrisa con el dedo.

—¿Qué importa?

A Yuri debió deleitarle esa idea, porque se arrebujó bajo las sábanas azules de Víktor y se apretó contra su pecho.

—No deberíamos ser tan perezosos.

—Una vez al año no hace daño —respondió el ruso, pasándole los dedos por el pelo negro, que ya le cubría las orejas. Le gustó poder enredar sus dedos entre los mechones—. Además, no tenemos mucha prisa. Solo hemos venido a por unos cuadernos... y por nosotros.

Porque sí, lo admitía: necesitaba ese viaje para curarse a sí mismo, aunque fuese solo durante dos días. Olvidarse durante un tiempo de todo lo que pasaba en el mundo, por egoísta que sonase, por mucho que le doliese tener que desplazar a Mila de sus pensamientos. Solo unos días para él, Yuri y Makkachin.

—Tienes razón —concedió Yuri, pero se apartó y se desperezó en la inmensa cama—. Aún así, podríamos aprovechar el día de otra forma...

—Se me ocurren varias ideas.

—...como ir a comer, que tengo hambre. —Se detuvo para analizar lo que había dicho Víktor en medio de su frase y le pegó con la almohada—. ¿No piensas en otra cosa?

—A veces, me resulta difícil. Sobre todo contigo en mi cama.

Yuri no respondió, sino que puso los ojos en blanco y se colocó las gafas, que había dejado sobre la mesilla de Víktor. Por alguna razón, le embargó un agradable calor al pensar en que Yuri compartía con él su mesita de noche.

—¿Quieres desayunar?

—Ya se me ha abierto el apetito...

—¡AAAH! —se fue gritando Yuri por el pasillo, negándose a escuchar más palabras procedentes de la boca caliente de Víktor.

Gran Prix Mágico (Yuri!!! on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora