CAPÍTULO 23: PROFECÍA

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Cuando Yurio llegó a la entrada, donde lo esperaba Yakov, sentía el pulso rebotar con fuerza contra sus venas. Había sido mencionar a su abuelo y comenzar a sentirse enfermo, nervioso y tembloroso. Nikolái Plisetsky era un simple muggle, no tenía nada que ver con el mundo mágico, pero Durmstrang conocía de su existencia: no por nada era su tutor legal.

Yakov saludó a Yurio con un tosco movimiento de cabeza y le indicó por señas que lo acompañase fuera de la montaña, hacia los jardines.

-Yakov- comenzó Yurio, sintiéndose cada vez más nervioso conforme pasaba el tiempo. No le habría pasado nada a su abuelo, ¿verdad?

-Yuri- empezó él al mismo tiempo, mientras caminaban sobre el verde y frondoso césped. Yurio se calló para escuchar a su profesor.  –¿Cuánto sueles hablar con tu abuelo?

Yurio tragó saliva y respiró hondo, tratando de calmarse. Yakov parecía más enfadado que otra cosa, por lo que no parecía que fuese a contarle nada malo de Nikolái. Intentó serenarse y adquirir una nueva posición, una defensiva y alerta.

-Mientras estoy en el colegio, no mucho- mintió. No podía hablarle a Yakov del móvil ni de las llamadas semanales a su abuelo gracias a un truco que había realizado en lo alto de la torre de lechucería de Durmstrang. –A mi abuelo no le gusta el correo por lechuza porque no le gusta nada del mundo mágico, en general.

No es que su abuelo fuese escéptico ante la magia, sino que Yuri entendía que no confiase en los magos. Primero le arrebataron a su hija, y luego le arrebataron a su nieto. Tuvo que ser duro para él pasar por momentos tan dolorosos debido a una magia que no puede controlar, y por eso Yurio lo comprendía y procuraba no preocuparlo demasiado. Nikolái Plisetsky era la única persona en el mundo a la que Yurio quería, por eso respetaba sus decisiones e intentaba renegar a la magia en su presencia.

-No me mientas, Yuri- Yakov se paró y lo miró, amenazándolo con su mirada de piedra. Yurio sintió que era ese momento donde debía ponerse a la defensiva y saber qué palabras debía usar con su profesor. –Me han informado desde Durmsntrang de unas ondas eléctricas sospechosas que pululan por lo alto de la torre de lechucería. Ondas no mágicas- añadió, poniendo énfasis en las dos últimas palabras.

-Pues deberíais investigar eso- Yurio fingió indiferencia, encogiéndose de hombros. –Puede que sea...

-¡No te hagas el tonto, Yuri!- Yakov alzó la voz, pero Yurio estaba tan acostumbrado a que el hombre le gritase y le regañase que no se acobardó. -¡Hemos estudiado esas ondas electromagneticias a fondo y hemos dado con un hechizo muy sospechoso!

Yurio casi se rió. Casi.

-Se dice "electromagnéticas", no "electromagneticias"- lo corrigió.

-¡¡No es nada gracioso, Yuri Plisetsky!!- la cara de Yakov comenzó a adquirir un tono rojizo debido a la furia. -¡¿Cómo narices has podido alterar la atmósfera anti-muggle del colegio?! ¡¿Para qué?! ¡¿Cómo te has estado comunicando con tu abuelo?!

Yurio resopló y miró hacia sus pies; no iba a admitir que estaba algo asustado, pero procuraría que su profesor no lo notase. Le gustaba hacerle de rabiar a Yakov, sólo por ser quién era. Se encogió de hombros con aire suficiente.

-¿Por qué me culpas a mí? Puede haber sido cualquier otro alumno.

-Sólo tú necesitarías conectar el colegio con el mundo muggle- Yakov pareció serenarse, quitándose el sombrero y pasando una mano por su calva. Luego se atusó los mechones de pelo que le crecían a los lados de la cabeza y se recolocó el sombrero. –Mira, hay muchas formas de hablar con Nikolái- que Yakov emplease el nombre de pila de su abuelo, por alguna razón, tranquilizó a Yurio. Se conocían pero no solían hablarse, aunque en algún momento parecieron hacer buenas amigas; hace mucho tiempo, en un pasado que se le hacía idílico ya. –Si no le gustan las lechuzas, está la posibilidad de un correo postal normal...

Gran Prix Mágico (Yuri!!! on Ice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora