Raphael Marinho creía estar viviendo la peor pesadilla posible.
Había pasado toda la noche, rodeado de fuego, pensando en buscar a Maia, en que no quería perderla como había perdido a Paulo.
Pero la pesadilla se volvió realidad cuando Ronald Weasley gritó su nombre.
Raphael creyó vivir todo a cámara lenta. Primero, a Weasley acercándose hacia él, su pelo naranja salpicado de canas y ceniza, su gesto triste y sus labios que se entreabrían varias veces para dar la noticia.
—¿Qué ha pasado?
—Se han colado mortífagos. Ha habido... luchas. Y bajas. Suter ha caído. Una mortífaga también. Y hemos atrapado a otras dos.
—¿Y Maia?
Antes incluso de que dijese las palabras, Raphael captó el mensaje en la mirada enturbiada de Weasley. En la tristeza que expresaba todo su cuerpo cuando miró a Raphael a los ojos.
—Maia ha luchado. En un combate. Derrotó a una mortífaga, pero... Lo siento, Raphael...
Raphael empujó a Weasley, arrastrando los pies hacia la salida.
Tardó menos de cinco minutos en llegar hasta la cascada. Lencastre estaba allí, y sus lágrimas reflejaban lo que se temía.
Weasley no se había equivocado.
Y entonces, se echó a llorar.
Fue como si la historia se repitiera: su hermana pequeña consumida por las llamas, dando su último aliento porque él no había sido lo suficientemente rápido en encontrarla, en salvarla.
Primero, Paolo. Después, Maia.
Y ahora, Raphael, el hermano mayor, el que debía haber protegido a sus hermanos pequeños, era el único con vida.
Se negaba a creérselo. Agarró a Lencastre por el cuello de la túnica y le miró con desesperación.
—Dónde está.
Ni siquiera sonó a pregunta, sino a orden. Ella le sostuvo la mirada, como si diese el pésame, y luego le entregó un naipe.
—Está en el Hospital de Salem contra Heridas de Fuego. La trasladamos en cuanto llegó. Pero Marin... Raphael —lo llamó, alzando el mentón del hombre para que le mirase a los ojos—. Deberías hablar primero con tus padres.
—Lo haré cuando la haya visto —dijo él, tomando el naipe. Sintió el tirón en el estómago antes de transportarse, que no era nada comparado con el dolor de estómago y las náuseas que sentía.
Y entonces, desapareció.
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JJ se había negado a separarse de Maia. Había sido él quien había sostenido su mano mientras ella exhalaba su último aliento. Tenía un aspecto espantoso, el de una persona quemada viva, con la piel chamuscada, los labios apergaminados, el pelo convertido en ceniza, la sangre y los huesos asomando entre los restos de piel. El olor era nauseabundo, el tacto repulsivo.
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Gran Prix Mágico (Yuri!!! on Ice)
Fiksi PenggemarCada cinco años, las Siete Grandes Escuelas de Magia organizan un torneo para decidir al mejor mago del planeta: el Gran Prix Mágico. Este año, Yuri Katsuki, estudiante de la Escuela de Magia Mahoutokoro en Asia, decide presentarse en pos de conocer...