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Hubo un momento de silencio a pesar de la música y el sonido de los bolos siendo arrollados. Oliver había bajado la mirada para centrarla en una de las pequeñas baldosas de colores del suelo y movía los pies de un lado a otro. Ted se había quedado helado con las cejas alzadas y los labios fruncidos, por los cuales apenas salía un gruñido pensativo.

- No lo sé, la verdad - dijo finalmente -. No solemos hablar de esas cosas, pero creo que no tiene a nadie en mente.

Oliver no alzó la mirada aún. Quizás no había entendido por qué lo preguntaba, había hecho una pregunta demasiado abierta. Ted miró a Oliver esperando a que dijese algo, pero el chico de ojos grandes parecía estar a punto de temblar.

- ¿Cuánto hace que te gusta?

Oliver dejó de mover sus pies y frunció el ceño. Ted parecía estar muy calmado con todo el tema, y era la primera vez que alguien reaccionaba así. Era reconfortante.

- Un día fuimos al cine todos juntos - se atrevió a hablar, su mirada todavía en la baldosa -. Era una película de miedo y él no paraba de asustarse, así que acabó cogiéndose a mí.

Ted sonrió imaginando la escena y soltó una pequeña carcajada, haciendo que Oliver le mirase por fin con las mejillas sonrojadas.

- Bueno, siento no poder ayudarte mucho - dijo Ted mientras se levantaba del banco -. Lo que sí puedo decirte es que nos gusta mucho ir al parque de atracciones. Dile de ir algún día.

Oliver sonrió de oreja a oreja y asintió. Ted recogió sus zapatos para bolos y se los puso, notando que le iban algo pequeños en la zona de los dedos. Cuando volvieron con el resto del grupo, Ted notó la diferencia en la mirada que Oliver le dedicaba a su mejor amigo.

~☔~

Ted dejó el paraguas dentro del cubo que había en la esquina de la sala de espera de la universidad y se sentó en una de las muchas sillas vacías. Habían pasado tres días desde que habló con el director, y por fin había logrado conseguir suficiente dinero para pagar lo que le quedaba de matrícula.

- ¿Teodoro? - preguntó un hombre joven desde la sala de secretaría.

Ted se levantó a regañadientes y entró en el despacho del director. El hombre fue directo al grano, preguntándole si tenía el dinero o no, y Ted sonrió asintiendo con la cabeza.

El director suspiró.

- Me alegro, sería una pena tener que echarte cuando eres tan buen estudiante - dijo sonriente.

Ted sonrió algo extrañado. Sus notas no eran malas, pero no sobresalían entre los mejores de su clase. Aún así, le dio las gracias.

- Ya he puesto el dinero en mi cuenta, así que no necesito hacer nada más, ¿no?

El director sonrió y negó con la cabeza.

- Lamento que la universidad no te haya podido ofrecer una beca mejor, Teodoro.

Ted suspiró intentando mantener su sonrisa. El director le miraba con unos ojos que conocía a la perfección, ojos de lástima. Se había encontrado en esa situación algunas veces, y era una sensación de la que nunca se acostumbraba.

Le miraban pensando que su familia era pobre, pero pocos sabían que la realidad era algo peor.

- Bueno, tengo clase - dijo Ted levantándose -. Muchas gracias por todo.

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