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25 de septiembre

"Tres con cuarenta."

La mujer sacó un billete de cinco y me lo entregó. Al darle el cambio le dediqué una sonrisa y la mujer se marchó con su capuchino y un cruasán.

"Siguiente." Anuncié en voz alta al ver que nadie más llegaba.

Estuve una larga hora así, comunicando precios y dando cambio a todos aquellos que no querían darme el precio justo. Mentiría si dijera que me gustaba mi trabajo; era aburrido y tenía que estar todo el rato de pie. Pero necesitaba el dinero para la Universidad, así que no me quedaba otra. Lo único que me gustaba de la cafetería de Ritzo's era el olor a chocolate constante y...

"Siguiente."

Había estado tan distraído que no me di cuenta de quién se trataba hasta que vi el café con leche en sus manos. Al alzar la mirada le vi; el mismo cliente que llegaba a las seis y media de la tarde. Era alto, de ojos oscuros y pelo rizado de color chocolate. No sabía su nombre, ni siquiera su edad, pero no podía evitar la sensación que tenía al verle día tras otro.

El chico carraspeó y me di cuenta de que llevaba quieto demasiado rato. Miré de nuevo el café y solté en un susurro: "Un euro con veinte."

El chico me entregó el precio justo y se marchó sin darme tiempo a mirarle el rostro de nuevo. Cuando sonó la campanita al cerrarse la puerta detrás de él solté un suspiro y continué con mi trabajo.

9 de octubre

Habían pasado dos semanas más y mi vida no podía seguir siendo más monótona. Iba a clase por la mañana, comía las sobras de la noche anterior e iba directo a la cafetería hasta las siete de la noche para luego ir a casa a estudiar. Al menos podía decir que me gustaba lo que estaba estudiando. Me había costado que mis padres aceptaran que quería estudiar filología inglesa, pero finalmente habían accedido a cambio de pagar una parte de la matrícula. No tuve otra opción que buscarme un trabajo.

"Siguiente."

Café con leche. Levanté la mirada nervioso y le vi de nuevo. Llevaba un jersey de manga larga a rayas y la misma mochila de siempre colgada en el hombro. Al mirarle el chico me dedicó una pequeña sonrisa. Sentí mis mejillas hormiguear.

"Un euro con veinte." Dije extendiendo mi mano.

Tengo que decir algo más.

"Que..." Empecé, pero las monedas ya estaban en mi mano y el chico se había ido.

30 de octubre

"¿Has hecho algún avance ya?" Me preguntó Sara en el descanso.

"¿En qué?" Pregunté antes de morder mi sándwich de pollo.

Sara puso los ojos en blanco y suspiró. "Con ese chico de los ricitos."

Al instante sentí la comida encallarse en mi cuello. Tosí con fuerza sintiendo que mi cara se estaba poniendo roja hasta que tragué con normalidad y pude respirar. Miré a Sara avergonzado y negué con la cabeza.

"No le conozco."

"No me trates de tonta, Seb. Te pasas los días mirando la hora, pero una vez llega ese chico ya no la miras más."

Mordí de nuevo mi bocadillo y me encogí de hombros. "Ya, pero estoy trabajando."

Sara volvió a poner los ojos en blanco. "No creo que te despidan por preguntarle el nombre, al menos."

Solté un suspiro y lancé el papel del bocadillo a la basura. "Tienes razón, tengo que decirle algo." Dije levantándome de la silla.

"¡Así me gusta!" Dijo Sara alzando ambos brazos.

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