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14 años

Ted llegaba tarde, como siempre.

Oliver estaba escuchando música en la entrada de la tienda de Hugo, esperando a que ambos llegaran para ir juntos al colegio.

La puerta de la tienda se abrió de golpe y toda la familia de Hugo salió con prisas. Siempre pasaba lo mismo, pero Oliver no podía evitar reírse cada vez que veía la escena. Todos los hermanos de Hugo le saludaron hasta que su amigo salió el último y le sonrió.

— Hola, ¿llevas mucho rato?

Oli negó con la cabeza. Hugo sonrió otra vez y se puso a su lado. Oliver se dio cuenta de que Hugo cada vez crecía más rápido, ya le pasaba más de media cabeza de altura. Hugo pareció darse cuenta de lo que estaba mirando, porque se rió y le revolvió el pelo con la mano. Oliver la apartó de inmediato, riéndose.

— Hey — alguien les cortó —. Buenos días.

Ted llevaba un zapato desabrochado y lucía ojeras negras bajo los ojos. Oliver vio que tenía la camisa mal abotonada así que, tras soltar un suspiro, se acercó a él y le abrochó los botones tal y como tocaba. Ted no dijo nada, pero se quedó mirándolo mientras lo hacía. Hugo se rió.

— ¿Otra vez te has quedado hasta las tantas jugando?

— No — se rió Ted, Oliver seguía abrochándole la camisa —. Estuve horas hablando con Marina.

Oli se detuvo antes de abrochar el último y carraspeó antes de separarse. Ted le dio las gracias y se agachó para atarse el zapato.

— ¿Marina, eh? — dijo Hugo mientras rodeaba su brazo por los hombros de Ted, los tres ya caminaban de camino al colegio —. ¿Estáis saliendo?

Ted y Oliver se miraron de reojo antes de volver a apartar la mirada.

— Sí — dijo Ted —. Ayer se lo pedí.

— ¡¿Por teléfono?! — se rió Hugo —. Dice mi hermana que eso es de cagados.

— ¿Cuál de ellas?

— Lorena.

— Lorena solo tiene doce años, qué va a saber — se rió Ted —. Sea como sea, me dijo que sí. Así que tengo novia.

Hugo se rió y dejó de abrazarle por los hombros.

— Se veía venir, no parabas de hablar de ella cuando la conociste en la academia de inglés. Quién iba a decir que en la secundaria vendría a nuestro cole. ¿Verdad, Oliver?

Silencio.

Ted y Hugo miraron hacia atrás. Oliver caminaba algo más lento, arrastrando los pies y mirando al suelo.

— ¿Oliver? — Repitió Hugo.

El moreno se detuvo y les miró algo perdido.

— ¿Eh? Sí, sí. . .

Ted frunció el ceño y se acercó a Oliver. Tras enseñarle una sonrisa, entrelazó sus brazos y siguieron caminando. Oliver no pudo evitar sonreír.

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