#3💥

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Quizá fuese la adrenalina del momento, o quizás me había dado tantos golpes que mi cabeza ya no pensaba con claridad. Fuese cual fuese la razón, me encontraba en el suelo de una habitación de hotel, besando de vuelta a Cameron.

No era un beso bonito, a decir verdad. Cameron seguía teniendo mis piernas inmovilizadas, y uno de mis brazos estaba aplastado debajo de mi cuerpo.  Además, parecíamos ir a ritmos distintos, ambos besando frenéticamente sin pararnos a pensar en el ritmo del otro. O, más bien, sin pararnos a pensar en nada porque....

QUÉ. COJONES.

Estaba besando a Cameron, de todas las personas en el mundo, y lo peor de todo era que mi cuerpo parecía estar disfrutándolo. Cam pareció darse cuenta de mi posición, porque se separó de mí y dejó que me pusiera cómodo. Ninguno de los dos dijo nada mientras lo hacía, pero no tardamos en besarnos de nuevo.

No tenía ni puta idea de lo que estaba pasando.

Era irónico que, a pesar de tener una cama enorme al lado, estábamos besándonos en el suelo. Cameron había empezado a besarme con más fuerza. Sus manos bajaron por mi pecho hasta llegar a mi cintura, agarrando el borde de mi camiseta. Fue entonces cuando mi cuerpo por fin reaccionó y lo aparté, poniéndome de pie. Ninguno de los dos dijo nada, así que me di prisa para marcharme.

— ¡Noah! — me detuvo antes de marcharme —. No le diré nada a mi padre. Ven mañana a trabajar.

No dije nada, tampoco me di la vuelta. Mi orgullo ya estaba por los suelos y no quería rematarlo, así que simplemente me marché.

~•~

— Tierra a Noah — dijo Leah pasando su mano frente a mi cara —. Por fin, llevas media hora mirando a la nada.

— Perdona, ¿qué decías?

— ¿Vas a venir al viaje de Navidad?

— No lo creo — dije encogiéndome de hombros.

Leah dio un golpe en la mesa, haciendo que nuestras bandejas rebotasen y algunas miradas se fijasen en nosotros.

— ¿Cómo que no?

— No tengo tanto dinero como para gastármelo en un viaje, Leah.

— ¿No estabas trabajando?

Clavé mi tenedor en un trozo de carne, intentando no pensar mucho en el hotel.

— Sí.

— Pues ya está, solo son cincuenta euros. Eso no es ni la mitad de tu paga mensual.

— Leah, no me apetece. ¿Qué vamos a hacer ahí dos días? ¿Tirarnos bolas de nieve y cantar villancicos?

— Suena divertido — murmuró encogiéndose de hombros.

— Suena a que no voy a ir.

Leah suspiró, pero no insistió.

— Tú sabrás, yo voy. Vengas o no.

~•~

No podía parar de pensar en ello. En Cameron. En esa maldita habitación de hotel.

Cameron no le dijo nada a su padre sobre nuestra pelea (¿Debería llamar a eso pelea? Todavía no sabía en qué términos había acabado ese encuentro), así que cuando me presenté el siguiente día nadie me dijo nada. Por suerte, no volví a ver a Cameron hasta día de hoy.

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