1☁️ - Owen

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"Owen no solía prestar mucha atención en clase. De hecho, tendía a dormirse. Pero esa mañana de un viernes cualquiera, cuando el sol todavía no había entrado por las ventanas, algo hizo que quisiera levantar su mirada del escritorio.

Un chico había entrado por la puerta en medio del silencio. La profesora estiró su brazo hacia él, indicándole que se acercase a ella, y el chico cumplió. Owen se quedó mirando, como el resto de alumnos, sin decir nada. El chico se quedó de pie delante de la pizarra, y Owen se fijó en sus ojos grises y el lunar que tenía en la mejilla izquierda.

— Vamos, preséntate.

El chico sonrió débilmente, y Owen recordó que tenía que pestañear.

— Me llamo Lucas, aunque todos me llaman Luke.

Owen se dio cuenta, mientras el chico se sentaba en una silla en la primera fila, que el lunar en la mejilla izquierda de Luke se había convertido en su nueva distracción favorita.

— ¿Eres Owen, verdad?

Cuando Owen se despertó, se dio cuenta de que había babeado encima del escritorio. Se levantó deprisa, pensando que estaba en medio de clase, pero se relajó al ver que era la hora de ir a desayunar y todo el mundo se había ido.

Excepto Luke.

— ¿Eres Owen, verdad? — repitió, por si no le había escuchado.

El rubio asintió con la cabeza, algo desorientado. Luke cogió la silla que había enfrente del escritorio de Owen y le dio la vuelta para sentarse cara a cara con él.

— ¿Cómo sabes mi nombre?

— Me lo ha dicho la profesora, ha dicho que me enseñarías cómo es el colegio.

Owen frunció la nariz, tendía a hacerlo cuando algo no le gustaba. Luke se dio cuenta, porque se rió.

— Dice que es un castigo por haberte dormido.

Owen vio cómo el lunar de su mejilla se encogía al sonreír. De cerca, los ojos de Luke eran todavía más grises.

— Vale — murmuró —, pues sígueme."

~•~

— ¡Owen!

Cuando me doy cuenta de que alguien me está llamando, dejo de mirar las nubes y me fijo en Lana. Me está mirando como siempre hace, con una sonrisa coqueta y ojos de cachorrito.

— ¿Qué quieres? — le pregunto, y ella se ríe sin gracia.

— ¿Sabes? Cuando quieres, puedes ser un borde. No solo te quedas siempre empanado mirando las nubes, sinó que además me contestas mal.

Pongo los ojos en blanco, soltando un suspiro.

— Vale, vale, lo siento. ¿Pero qué quieres?

Lana rodea sus brazos alrededor del mío, juntando nuestros cuerpos, y suelta una risita.

— Quiero que vengas a la fiesta de esta noche, conmigo.

Suelto un gruñido, pues ya es la quinta vez que me lo pide. Ambos sabemos que voy a decir que no, así que, antes de que lo haga, ella se apresura a añadir:

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