Aquel hombre o mujer (imposible saberlo a esa distancia) habló por fin y su voz sonó igualmente confusa como su apariencia, pues era suficientemente armoniosa para ser la voz de mujer pero a la vez era grave, potente y muy firme.
— Sígueme.
Dijo y Lance, sin mostrar miedo, se adelantó unos pasos a sus amigos y se detuvo a una distancia segura para admirar aquellas alas, las cuales solo él podía ver. Tenían plumas negras y eran de gran volumen, tanto que apenas cabían en el corredor aun estando replegadas.
— ¿Quién eres tú? — logró preguntar el joven sin bajar la guardia y aquel ser guardó silencio por varios segundos mientras inspeccionaba también la espada con que Lance lo amenazaba
— Tienes una espada que no te pertenece.
— Dime algo que no sepa — respondió el muchacho y el Ángel se dio la media vuelta como si planeara alejarse caminando, antes de dar el primero paso dijo así.
— Sígueme y te daré lo que has estado buscado por tanto tiempo.
— ¿Que podría ser eso?
— Respuestas.
Lance miró a sus amigos y a Haydee en brazos de Athan. Ambos notaron su consternación pero no dijeron nada. Los dos intuían que la situación era grave pero no podían comprender cuánto.
— ¿Cómo puedo confiar en ti? — volvió a hablar Lance dirigiéndose a aquel enigmático ser alado y este respondió con gran seguridad.
— Si yo fuera tu enemigo ya no estarías aquí. Ni siquiera el sello dorado que llevas en el pecho te salvaría.
Lance asintió y entonces el ángel comenzó su marcha hacia la puerta trasera. Los tres héroes lo siguieron y llevaron a la guerrera Némesis con ellos, confiando ciegamente en los instintos del joven Lance, los cuales siempre los habían llevado por el camino correcto.
Afuera del palacio y justo en el oscuro jardín donde antes caminó Lance, estaba estacionado un lujoso carruaje tirado por dos caballos y encima un joven carretero vestido de acólito. Estaba muy oscuro pero aun así pudieron ver que el ángel ya había tomado un lugar en el carruaje y los esperaba pacientemente, al parecer concentrado en sus propios pensamientos. Entre Nivia y Athan subieron a la inconsciente guerrera al coche para colocarla en el suelo y en posición fetal junto a los pies del ángel.
— Sera mejor que la aten muy bien de pies y manos, pues es un demonio y no dudará en atacarlos cuando despierte.
— Tiene los huesos rotos y los parpados cosidos con hilo — replicó rápidamente Lance —. Es inofensiva por ahora.
Pero entonces el Ángel le hizo ver una verdad que el muchacho estaba pasando por alto.
— ¿Inofensiva has dicho? Viniste a Roma para salvarla arriesgando tu propia vida y la de tus amigos. Eso significa que te importa y que harás aún más sacrificios por ella. Esa es un arma muy poderosa que el demonio que lleva esta mujer en su interior utilizará en tu contra y créeme que no tendrá ninguna consideración por su dolor, la usará para manipularte y la dañara aún más si se lo permites.
— No te preocupes, yo la vigilaré.
Luego de decir eso, Lance tomó su lugar y también lo hicieron Athan y Nivia, uno al frente y otro y al costado del ángel. Todos pudieron sentir una sensación de alivio y tranquilidad al estar expuestos a su aura y esa era una sensación que conocían perfectamente bien, pues era la misma que transmitía lance con su toque.
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El Imperio sagrado III: Los malditos
FantasíaTERCER LIBRO (ULTIMO DE TRES) Antes de llegar al final del primer milenio después de Cristo, existió un imperio surgido del esplendor del oscurantismo que se proclamó defensor del cristianismo y en nombre Dios cometió todo tipo de atrocidades en co...