La joven dedicó un par de minutos para observar la maravilla que tena enfrente y deseó que no hubiera tanta niebla impidiéndole ver el cuerpo completo. Apenas lograban distinguir formas borrosas detrás de la cortina de niebla, pero era evidente que Semyazza estaba sentado y fusionado con el muro. Prisionero y atado a las rocas, tal como lo describía el libro de Enoch. Afortunadamente para Haydee, el rostro del ángel era perfectamente apreciable y sus facciones humanas eran tan reales y tan piadosas, que por un segundo se sintió una tonta por haber pensado que aquellos ángeles serían capaces de destruir al mundo.
— ¿Cómo te llamas? — pregunto el ángel con su celestial voz que resonó fuerte sin lastimar.
— Haydee — respondió ella y la gigantesca cabeza hizo una ligera reverencia inclinándose hacia enfrente. Algunas rocas cayeron al suelo y chocaron violentamente como si hubiera sido un derrumbe.
— ¿Por qué has dicho que soy tan hermosa como me recordabas? — volvió a hablar la mujer —. ¿Acaso me conoces?
— Hablo de los seres humanos.
Aquella afirmación hizo que Haydee se desconcertara y arrugara su rostro, temiendo estar rompiendo la ilusión de aquel ser, la chica escupió su siguiente frase cargada de rencor.
— Siento contradecirte pero somos unos seres horrendos.
— Te equivocas... Lo que sucede es que los humanos saben muy poco de sí mismos e ignoran su grandeza y su belleza.
— Convertimos al mundo entero es un campo de batalla y bañamos con la sangre de nuestros hermanos a cada rincón de cada nación.
Semyazza la hizo callar al notar aquel rencor con el que ella hablaba.
— Hija, no confundas la ignorancia con la maldad. Los seres humanos pueden cometer actos atroces, es cierto, pero es por ignorancia. Solo bastaría un rayo de luz de conocimiento para convertir al más terrible villano en un ser de sublime nobleza.
— Los últimos hombres nobles de este mundo ya murieron, y la ignorancia justifica la maldad.
— Pero la explica — respondió Semyazza y luego continuó con mucha paciencia y sensatez —. Haydee, hay una forma de cambiar al hombre pero esa manera no es juzgarlo ni condenarlo. Para cambiar al hombre hay que amarlo y creer en él.
— Me cuesta creer eso, lo siento.
El ángel se detuvo y observó como ella evadía la vista y buscaba refugio en las sombras. La joven era hermosa y su cabello rojo apenas alcanzaba a tocar su barbilla. Algunas pecas manchaban su nariz y sus largas pestañas enmarcaban un par de ojos pintados de azul ultramar que más bien parecían un par de zafiros brillantes.
— ¿Por qué estás aquí? — se escuchó la potente voz del ángel luego de ese breve y reconfortante silencio.
— Es difícil de explicar.
— La respuesta a esa pregunta es usualmente más sencilla de lo que se piensa.
La chica se puso seria y meditó su respuesta por más tiempo del que Semyazza hubiera esperando, y es que realmente ella no sabía qué extraño poder le hacía quedarse.
— Me trajeron con engaños, fue mi amigo Lance. Él me trajo y me pidió que hablara contigo.
— ¿Por qué hizo eso Lance?
— Es un tonto. Quiere que salve a un hombre que fue encerrado en este lugar.
— Te refieres a Mislav — dijo el ángel con sorpresa.
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El Imperio sagrado III: Los malditos
FantasyTERCER LIBRO (ULTIMO DE TRES) Antes de llegar al final del primer milenio después de Cristo, existió un imperio surgido del esplendor del oscurantismo que se proclamó defensor del cristianismo y en nombre Dios cometió todo tipo de atrocidades en co...