Cap. 23 - Asalto a Nimrael - Cinco guerreros.

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Aquella mañana, un misterioso hombre de gabardina llegó al pueblo de Nass en Leinster y atravesó la avenida principal apoyándose siempre en su bastón de pastor. Ante las miradas curiosas de todos los pueblerinos, el encapuchado llegó a la plaza central y se detuvo frente a la casa mayor, la cual era el recinto del patriarca del clan de los Ui Felain. Un rustico palacio de medianas dimensiones que había sido construido en varias etapas y el juego de cubiertas creaba una ilusión de picos de montañas que armonizaba perfectamente con el paisaje.

Tres corpulentos hombres se acercaron al forastero y mostraron sus armas como si lo estuvieran amenazando, pero este no se inmutó y alzó su vista primero hacia ellos y luego hacia la entrada del palacio.

— ¿Que buscas aquí forastero? — preguntó finalmente uno de los tres hombres armados.

El de la gabardina se descubrió la cabeza y les mostró su rostro pulcro y sus facciones que recordaban vagamente a un lobo blanco. Su mandíbula era afilada y estaba cubierta por una fina capa de rubia barba. Sus cabellos largos se perdían en la capucha en su espalda y ojos ambarinos eran tan penetrantes que los guardias enseguida se sintieron intimidar.

— Es el guardabosques — susurró uno de los hombres con cierta alarma y Nivia por fin habló de este modo.

— Busco a Garrod, hijo de Felain.

— Eres un mago y los magos nunca traen buenas noticias — dijo otro de los guardias y Nivia le dirigió una mirada tan poderosa que el pobre hombre se sintió encoger.

— Lo que traigo es ciertamente una mala noticia. Una que concierne a todos los habitantes de esta tierra y por consiguiente también al jefe de guerra. ¿Me harán el favor de llamarlo?

Los tres hombres se miraron a las caras y negaron en sincronía, pero uno de los tres se adelantó a explicar porque.

— El jefe está reunido con el patriarca y su hermano y pidieron no ser molestados. Están resolviendo asunto de estado y seguramente terminaran hasta muy tarde, tendrá que esperar usted hasta mañana para ser recibido.

— No tengo tiempo — respondió el mago.


Garrod estaba sentado en la pesada mesa y era acompañado por media docena de hombres, entre los cuales resaltaban las caras de Finn (consejero y ministro), del anciano patriarca Nial y de su hijo Bryan. Todos sumidos en un alegato acalorado acerca de los temas a tratar en el siguiente concilio de los clanes de Leinster, el cual estaba próximo a realizarse.

En eso estaban cuando la puerta comenzó a vibrar y a golpear de forma violenta de modo que hizo que todas las miraras se fijaran en la tranca con la que estaba asegurada. Finalmente la tranca botó de sus prensas y la puerta se abrió dando un portazo y dejando entrar una fuerte corriente de aire que hizo volar cabellos y papiros

— ¿Que está sucediendo? — habló el patriarca y Garrod enseguida salto de su lugar y empuñó ambas manos.

Nivia apareció entonces por la puerta y todos guardaron silencio, incluso los feroces vientos se calmaron para dejarlo hablar. Todos los presentes lo reconocieron rápidamente y una corriente cálida les recorrió los miembros, pues sintieron estar presenciando la llegada de un profeta. La mayoría ya conocía a Nivia y a su hermandad de los hijos de la luz. De hecho, los respetaban y los tenían por hombres sabios protectores del ancestral bosque de roble.

— Perdonen esta intromisión, pero las noticias que traigo son más urgente que cualquier concilio de Leinster.

— Es un mago — susurró una voz y una marea de cuchicheos se desató con tal afirmación.

El Imperio sagrado III: Los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora