Aquella mañana, un misterioso hombre de gabardina llegó al pueblo de Nass en Leinster y atravesó la avenida principal apoyándose siempre en su bastón de pastor. Ante las miradas curiosas de todos los pueblerinos, el encapuchado llegó a la plaza central y se detuvo frente a la casa mayor, la cual era el recinto del patriarca del clan de los Ui Felain. Un rustico palacio de medianas dimensiones que había sido construido en varias etapas y el juego de cubiertas creaba una ilusión de picos de montañas que armonizaba perfectamente con el paisaje.
Tres corpulentos hombres se acercaron al forastero y mostraron sus armas como si lo estuvieran amenazando, pero este no se inmutó y alzó su vista primero hacia ellos y luego hacia la entrada del palacio.
— ¿Que buscas aquí forastero? — preguntó finalmente uno de los tres hombres armados.
El de la gabardina se descubrió la cabeza y les mostró su rostro pulcro y sus facciones que recordaban vagamente a un lobo blanco. Su mandíbula era afilada y estaba cubierta por una fina capa de rubia barba. Sus cabellos largos se perdían en la capucha en su espalda y ojos ambarinos eran tan penetrantes que los guardias enseguida se sintieron intimidar.
— Es el guardabosques — susurró uno de los hombres con cierta alarma y Nivia por fin habló de este modo.
— Busco a Garrod, hijo de Felain.
— Eres un mago y los magos nunca traen buenas noticias — dijo otro de los guardias y Nivia le dirigió una mirada tan poderosa que el pobre hombre se sintió encoger.
— Lo que traigo es ciertamente una mala noticia. Una que concierne a todos los habitantes de esta tierra y por consiguiente también al jefe de guerra. ¿Me harán el favor de llamarlo?
Los tres hombres se miraron a las caras y negaron en sincronía, pero uno de los tres se adelantó a explicar porque.
— El jefe está reunido con el patriarca y su hermano y pidieron no ser molestados. Están resolviendo asunto de estado y seguramente terminaran hasta muy tarde, tendrá que esperar usted hasta mañana para ser recibido.
— No tengo tiempo — respondió el mago.
Garrod estaba sentado en la pesada mesa y era acompañado por media docena de hombres, entre los cuales resaltaban las caras de Finn (consejero y ministro), del anciano patriarca Nial y de su hijo Bryan. Todos sumidos en un alegato acalorado acerca de los temas a tratar en el siguiente concilio de los clanes de Leinster, el cual estaba próximo a realizarse.
En eso estaban cuando la puerta comenzó a vibrar y a golpear de forma violenta de modo que hizo que todas las miraras se fijaran en la tranca con la que estaba asegurada. Finalmente la tranca botó de sus prensas y la puerta se abrió dando un portazo y dejando entrar una fuerte corriente de aire que hizo volar cabellos y papiros
— ¿Que está sucediendo? — habló el patriarca y Garrod enseguida salto de su lugar y empuñó ambas manos.
Nivia apareció entonces por la puerta y todos guardaron silencio, incluso los feroces vientos se calmaron para dejarlo hablar. Todos los presentes lo reconocieron rápidamente y una corriente cálida les recorrió los miembros, pues sintieron estar presenciando la llegada de un profeta. La mayoría ya conocía a Nivia y a su hermandad de los hijos de la luz. De hecho, los respetaban y los tenían por hombres sabios protectores del ancestral bosque de roble.
— Perdonen esta intromisión, pero las noticias que traigo son más urgente que cualquier concilio de Leinster.
— Es un mago — susurró una voz y una marea de cuchicheos se desató con tal afirmación.
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El Imperio sagrado III: Los malditos
FantasyTERCER LIBRO (ULTIMO DE TRES) Antes de llegar al final del primer milenio después de Cristo, existió un imperio surgido del esplendor del oscurantismo que se proclamó defensor del cristianismo y en nombre Dios cometió todo tipo de atrocidades en co...