La joven guerrera hija de Mislav, bajó de la torre mayor a un ritmo más veloz que su hermano Asterio y abandonó la nave principal del palacio para dirigirse a la torre secundaria del sur. En esa torre estaba su recinto y a la que llamaba casa. Eran siete torres menores las que estaban levantadas en la periferia del palacio y una más grande en el centro. Cada una de las siete torres menores, estaba destinada para aposentos de cada uno de los cazadores de almas y la torre mayor para el maestro. En otros tiempos, estas torres estuvieron siempre vacías, pues aquellos guerreros de élite de Nimrood, usualmente estaban recorriendo el mundo, dedicados a misiones especiales que el profeta les encargaba. Sin embargo, hoy en día solo seis de las siete torres estaba ocupadas y sus demonios residían permanentemente en ellas, pues tenían la orden de no abandonar el santuario.
Un poco después de la media noche, la puerta de la torre de Novael sonó con mucha fuerza y el guerrero tardó un poco en asimilar que alguien lo estaba llamando. El hombre se encontraba dormido en un tendido frente a una hilera de muñecos de entrenamiento (unos cuatro en total) los cuales presentaban cortes muy profundos al grado de que los barrotes se habían adelgazado en varias partes hasta casi separarse. Seguramente había sido el mismo Novael quien los había dejado así en una sesión previa de entrenamiento.
El hombre se levantó adormilado y tomó un trozó de tela cuadrada que descansaba por un lado de su tendido. Luego la dobló y se la colocó en la cabeza. La afianzó con un anillo de madera a modo de corona y rápidamente consiguió su apariencia clásica de beduino. Después cogió sus dagas, una en cada mano y se acercó sigilosamente a la puerta, como si esperara enfrentar a un enemigo.
— Te mataré por molestar mi sueño. A menos que seas una chica hermosa.
Dijo en voz alta pero nadie respondió. Ante el silencio tan abrumador, el joven abrió la puerta con un movimiento ágil y veloz y en un segundo se puso en guardia con las dagas largas listas para atacar. Afortunadamente no fue necesario usar la violencia. Quien tocaba a su puerta era Haydee, su compañera de hermandad y estaba vestida con su armadura negra estilo griego.
— Bueno, te salvaste porque sí eres una chica hermosa — luego se guardó las cuchillas y dejó la posición de batalla —. Pasa, anda. Bienvenida a mi humilde, fría, oscura y vacía torre.
— ¡Novael! — dijo Haydee con tono de seriedad —. ¿Te preocupaste por cubrir tu cabeza pero no pudiste ponerte una camisa?
— Bueno, no me diste tiempo de peinarme. Vamos pasa, antes que alguien te vea.
La mujer entró y sus pasos resonaron un poco por culpa de la pesada armadura que llevaba puesta, Novael la miró caminar y negó un poco con la cabeza como si desaprobara lo que estaba viendo.
— La armadura es estorbosa y roba agilidad, prefiero usar tela y defenderme con movimientos rápidos. — dijo y ella continuó caminando hasta detenerse frente al tendido y frente a los muñecos destrozados.
— Podría demostrarte que tan veloz pudo moverme con esta armadura, pero no hay tiempo. Tenemos que actuar ahora mismo. Antes que sea tarde.
— Espera un momento. ¿De qué estás hablando? ¿Acaso sabes algo que yo no?
Haydee tomó mucho aire y luego de revisar los muñecos se volvió hacia su compañero y le dijo así.
— Sé que el maestro nos engañó y nos manipuló a todos. No planea iniciar la guerra de extinción contra el sacro imperio y no solo eso, sino que abrir la prisión de los infieles ha sido siempre su intención.
Novael pareció sorprendido con aquella noticia, aunque en el fondo ya imaginaba algo similar.
— Pero eso no es posible, el maestro dijo que la profecía de la sibila Cumas hablaba del descendiente de Gamaliel. Para estar seguros de que eso fuera verdad, nuestra hermandad consultó a los oráculos de oriente y todos concordaron en que era verdad. Sería Lance quien abriría la prisión. ¿Cómo es posible que Nimrood manipulara las visiones de todos los oráculos?
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El Imperio sagrado III: Los malditos
FantasíaTERCER LIBRO (ULTIMO DE TRES) Antes de llegar al final del primer milenio después de Cristo, existió un imperio surgido del esplendor del oscurantismo que se proclamó defensor del cristianismo y en nombre Dios cometió todo tipo de atrocidades en co...