Esa tarde, los cazadores de almas se reunieron junto con Nimrood en la sala de guerra y se sentaron en la mesa para exponer ideas, tanto para reforzar las defensas del santuario, como para recuperar la espada de Ariel. Todo parecía normal en la sala, Haydee se enfrentó a la usual indiferencia de algunos de sus hermanos y a sus miradas sinuosas. Pero nada fuera de lo común.
Lo único distinto en aquella reunión, era el interior de Haydee, quien comenzaba a ver con ojos horrorizados la naturaleza sanguinaria de sus hermanos y maestro. Para ese momento ya no era la misma y se sentía en un lugar extraño rodeada por extraños.
— Anunciaremos la ejecución de la princesa Kiara para el próximo mes — decretó Nimrood y con ello se ganó la atención de los seis cazadores de almas —. Eso será el ultimátum para el rey Alaris y no tendrá más opción que entregarnos la espada sagrada.
Haydee se sobresaltó al escuchar aquello y sus ojos se abrieron a tope. Había olvidado por completo que la pobre princesa estaba aún en las mazmorras y el hecho de enterarse de su ejecución no le había parecido una agradable noticia. No porque le tuviera afecto, sino porque le dolía ejecutar inocentes para hacer pagar a culpables. Sin embargo, incluso la guerrera debía aceptar que ese plan no era malo, es más, era efectivo y contundente. Si el maestro quería recuperar la espada, entonces debía utilizar de nuevo las debilidades de sus enemigos para lograrlo.
— La idea me parece acertada maestro — habló el anciano Mandrath con su voz senil y ojos cristalinos rodeados de arrugas secas como los de una momia —. Si me permite sugerir, creo que la vía de la crucifixión es una buena opción.
El mago era desagradable tanto física como espiritualmente.
— No es necesaria la tortura — intervino Novael al ver que Kemosh y Dagón aprobaban la idea —. Con anunciar su muerte por decapitación será suficiente para hacer que Alaris mueva cielo, mar y tierra para entregarnos la espada. La decapitación no es tan cruel como la cruz y la princesa no tiene que sufrir por tanto tiempo.
— No — intervino esta vez Kemosh con su estridente voz y su característica expresión iracunda acentuada por cicatrices que le atravesaban hasta el último centímetro del rostro —. En el momento en que la princesa muera perderemos nuestra ventaja. La princesa debe sufrir pero no morir.
— Eso es verdad — lo calmó Nimrood —. Alaris debe saber que sufre pero debe también conservar una esperanza de salvarla. La cruz es la mejor opción.
Haydee, quien hasta ese momento había permanecido callada, intervino también.
— Solo recuerden que cuando hicimos el juramente a Caín, aceptamos pagar por todo el mal que le hiciéramos al mundo en su nombre. Entonces, tengan en cuenta que algún día deberemos sufrir el mismo sufrimiento que le provoquemos a inocentes. Todo se nos regresará, tal como dice la leyenda de Caín.
— ¡Cállate! tu ni siquiera llevas la sangre de Caín y dejaste de ser una cazadora cuando perdiste tu agatodemon — gritó furioso Kemosh y ella continuó hablando por encima de él.
— ¿Alguno de ustedes ha sido crucificado alguna vez? No, creo que solo el maestro sabe lo que eso significa — la joven hizo una pausa y se dirigió esta vez a Nimrood —. Maestro, ¿Por qué no les cuenta cómo se siente morir en la cruz?
Entonces todos callaron y Nimrood habló.
— Asfixia y luego calambres. Los calambres se convierten en dolor indescriptible y finalmente viene la muerte por agotamiento.
Y Haydee:
— Así es, las personas mueren por agotamiento en la cruz. ¿Lo sabían? Como pueden pensar en hacerle eso a una mujer de diecisiete años que ningún mal ha hecho.
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El Imperio sagrado III: Los malditos
FantasyTERCER LIBRO (ULTIMO DE TRES) Antes de llegar al final del primer milenio después de Cristo, existió un imperio surgido del esplendor del oscurantismo que se proclamó defensor del cristianismo y en nombre Dios cometió todo tipo de atrocidades en co...