Cap. 19 - La prisión de Sabé - Quemar a la iglesia

403 25 3
                                    


El dolor habitual que sentía Lance se había incrementado a grados inhumanos y había estado presente incluso durante el sueño. Cuando por fin despertó, unas horas después del incendio, su primer movimiento fue un espasmo frenético en el cual trató inútilmente de apagar las llamas en su cuerpo. Llamas que por supuesto, ya no estaban encendidas.

Tanto sus ojos como su boca, parecían poseídos por un miedo irracional y sus amigos tardaron varios minutos en calmarlo y en convencerlo de que lo peor ya había pasado.

— Tranquilízate Lance — le gritó Athan con fuerza —. Estas aquí con nosotros, ya todo pasó.

Pero las imágenes de llamas y el sonido de aquellos gritos horribles no se apagaban en la memoria del joven, quien utilizó su única mano para sacudirse la ropa con furia, como si estuviera alucinando una realidad aún entre llamas.

— Tranquilo — Nivia utilizó una voz más suave —. Lance, mírame, míranos. Estas con nosotros, estás a salvo.

El joven se tapó los ojos con su mano izquierda ennegrecida e intentó callar las voces en su cabeza pero no pudo, el llanto en sus ojos se desbordó sin poderlo evitar y hasta entonces sus ideas por fin comenzaron a alinearse para calmar su episodio de desorientación y su colapso nervioso. Su respiración se normalizó luego de unos minutos pero solo un poco, también los latidos de su corazón dejaron de ser como truenos que dolían por dentro de su pecho y hasta su mano dejó de temblar.

Sin embargo el ardor en toda su piel continuaba y la sensación era comparable a tener metales al rojo vivo, atados a sus miembros y a su rostro. Cuando el muchacho revisó su piel, se dio cuenta que esta estaba toda enrojecida y llena de ampollas dolorosas. En su antebrazo incluso la carne estaba expuesta y manchada de cenizas, pero eso no era lo peor, después de todo, él sabía que todo el daño físico recibido se repararía solo, lo peor era el recuerdo de aquellas voces y la horrible verdad que se le había revelado la noche anterior.

— ¿Que sucedió? — preguntó Lance al verse sumido entre tanta agonía y dolor.

— No lo sabemos, esperábamos que tú nos lo dijeras — le reprochó Atahn y Nivia enseguida calmó la situación con una intervención más amable.

— Se quemó el templo y tú estabas dentro. Apenas pude sacarte antes de que te convirtieras en cenizas.

Lance se quedó paralizado y en su rostro se dibujó un gesto terrible de confusión. Era como si él mismo necesitara responderse algunas preguntas antes de contestar a los demás.

— No recuerdo bien — dijo por fin—. Solo sé que fui al templo para estar solo, esperaba encontrar una señal o quizás algún pasadizo secreto pero — hizo de nuevo una pausa y luego continuó con tono dramático y pausado, señal de que los recuerdos tenebrosos estaban llegando de nuevo a su cabeza —. Había alguien ahí adentro, alguien que me llamaba desde lo profundo. Pero no era uno solo, eran decenas de voces que clamaban por ayuda y eran tan desgarradoras que me hicieron sentir temor, pensé en correr pero eso era demasiado cobarde, así que me quedé a escuchar lo estaban tratando de decirme.

— No debiste escucharlas Lance, debiste venir a nosotros — lo regañó Athan intentando ser comprensivo.

Lance se sacó la manta que lo cubría e intentó inútilmente ponerse en pie.

— Cuidado con tu pierna — lo detuvo Nivia —. Tiene partes de la corteza quemada y necesito restaurarla antes de que puedas usarla de nuevo.

— Nivia, tú me lo advertiste pero en ese momento olvidé todo. Dejé que las llamas avanzaran y me abrazaran.

El Imperio sagrado III: Los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora