Cap. 21 - Exorcismo - Genova

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Por la mañana, sus ojos estaban amoratados y cansados pero su mente seguía ocupada imaginando siniestros panoramas para su futuro. Frecuentemente se distraía con flashes de recuerdos de los días anteriores, en los cuales convivió con Lance y sus amigos y eso la molestaba en sobremanera, al grado de que se regañaba cada vez que se descubría pensando en ellos.

Y es que en el fondo, lo que a Haydee le impresionaba, es que de alguna insólita manera Lance se parecía a su maestro Nimrood, pues ambos parecían tener la misma infinita calma y paciencia y hasta compartían rasgos faciales y expresiones, como si fueran hermanos. Ambos hablaban con palabras de profeta y provocaban seguirlos como si fuera natural considerarlos hombres santos a los que hay que proteger. Pero a diferencia de su maestro, Lance estaba lleno luchas internas derivadas de las discrepancias entre las enseñanzas de su biblia, de su iglesia y de Mislav, pues las tres se contradecían y provocaban que Lance se estuviera debatiendo entre cumplir o no, el quinto mandamiento.

Otra cosa que diferenciaba a Lance de Nimrood, era que el muchacho sufría en demasía por el dolor ajeno y por la maldad de los hombres. Eso, a los ojos de Haydee era un defecto desagradable e insufrible, ya que ella consideraba impráctico cargar con pecados ajenos de los cuales no se tuvo culpa y que además no se pueden cambiar. Lo malo es que de algún modo, ese mismo defecto que ella veía en Lance era el mismo que la atraía y la distraía tanto de sus pensamientos.

Y es que alguien como Lance existiendo en pleno siglo nueve era algo extremadamente inusual. Alguien que se mostraba sensible al sufrimiento ajeno y que era capaz de perdonar y amar a sus enemigos era la prueba viviente de la que corrupción de la que hablaba Nimrood aún no consumía al mundo completamente. Lance, enemigo o no, era una de esas personas que le regresaba un poco la inocencia al mundo.

En eso estaba, meditando con los ojos tristes y cansados, cuando la puerta de hierro se abrió y Lance volvió a aparecer por ella. El muchacho de nuevo cargaba un plato y una odre y esta vez se miraba mucho más animado que cuando abandonó la bodega la noche anterior. Parecía que no se daba por vencido y no cambió su semblante ni cuando encaró a la demacrada mujer que lo miraba fijo con ojos melancólicos y furiosos a la vez.

— Buenos días — dijo el muchacho con voz suave —. Te anunció que esta vez te haré comer a la fuerza, no me importa cuánto te resistas.

Ella no respondió, solo miró como el joven se acercaba y tomaba un lugar junto a ella. Parecía que Lance se había colgado ese día, una máscara de confianza que a Haydee le pareció cómica y le apeteció arrancársela con mordaces palabras como las que dominaba perfectamente, pero no tuvo ánimos para pelear y mejor se concentró en resistir y mantenerse fuerte.

— Y bien, abre la boca o te la abriré a golpes, no me hagas ponerme violento, no sabes cómo me pongo cuando los enfermos se ponen necios.

La suavidad y el tono de broma que empleó el muchacho contrastaron con el significado de las palabras en sí, pero enseguida Haydee comprendió que él solo trataba de ponerle algo de humor a su papel de carcelero. Para mala fortuna de la chica, su estómago emitió un borborigmo sonoro y potente que hizo reír al muchacho.

— ¿Lo ves? Te dije que te atacaría el hambre. No sé cómo era este asunto cuando tenías a Némesis contigo, pero te advierto que ahora que no está, sufrirás grandemente por hambre y sed. Anda come. Come que muy pronto llegaremos a Génova y necesitarás energías para realizar la siguiente parte del viaje.

— Sufrí por hambre aun cuando tenía a Némesis conmigo — habló por fin la guerrera y Lance puso cara de emocionado al escuchar su voz. Ella continuó entonces —. Pero todos los Assasiyin fuimos sometidos a duras pruebas de inanición y deshidratación, así que puedo aguantar el hambre y la sed y seguir combatiendo por semanas.

El Imperio sagrado III: Los malditosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora