Capítulo 12

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Daniel

Ver que mi mejor amigo y Stella se llevan bien, me produce mucha felicidad. Su amiga Mae también parece estarla pasando bien.

Sebastian bromeo con que íbamos a tener una cita doble cuando ayer le hable para decirle la hora. Yo le dije que estaba loco. Pero ahora que lo veo si lo parece.

Y me gusta la idea.

Terminamos de desayunar y llegamos a la cancha para jugar.

Tengo que ganarle. Quiero mi premio.

Stella a pesar de ser del tamaño de un llavero, tiene demasiada energía, eso mas la de Mae, es una bomba de energía. Nos están ganando.

Sebastian luce cansado, y yo también lo estoy. Pero ellas están tan tranquilas y rápidas que parecen unas niñas que comieron mucha azúcar.

Yo tenia la seguridad de que les ganaríamos porque, Sebastian y yo somos mucho mas altos que ellas. Los dos fuimos deportistas desde niños, corremos rápido.

Pero ellas son muy ágiles, tal vez por estar mas cerca del suelo. El punto es que pocas veces han fallado.

Y nos ganaron.

Sebastian se tira bajo la sombra de un árbol, mientras toma agua de unas botellas que compro antes de llegar a la cancha. Yo me siento a su lado mientras veo cómo ellas se acerca a una banca y ríen de algo.

— Y bien, ¿qué quieren?.— Pregunta Sebastian a las chicas. Ellas se acerca y se sientan frente a nosotros. Mae trae unas mallas deportivas negras, mientras Stella unos shorts negros deportivos de lona. Sonrío notando que es de mi marca.

— Ya pagaron el desayuno, pagaron la apuesta por adelantado. — Contesta Mae antes de recostarse. Stella esta callada, pero me mira fijamente. Recorre todo mi rostro y suelta una media sonrisa. Se gira para tomar su botella.

Si ambos acordamos no decir qué quería el otro, y cuándo quisiera cobrar la apuesta el otro no podría quejarse. Toca esperar qué es lo que el pequeño llavero sentado frente a mí quiere.

Mae revisa los mensajes que le llegaron cuando jugábamos y suelta un bufido.

— Mierda, olvide que tengo un programa especial hoy. — Dice levantándose muy rápido. — Stella, vámonos y de camino te dejo en tu casa.

— No, llega al programa. Ya buscare como llegar a mi casa. — Le hace señas como si la corriera y luego ríe al ver a su amiga. — En serio, voy a estar bien.

— Avísame cuando estes en casa y cuando vayas en camino. — Se despide y sale corriendo.

— Hace mucho que no jugaba contra buenos contrincantes. Ha sido un muy buen juego. — Dice mientras revisa algo en su celular.

— No sé donde guardan tanta energía. — Sebastian se termina acostando y flexionando su brazos detrás de su cabeza. Stella observa con atención como sus bíceps se notan muy trabajados.

No me gusta que le guste. 

— Eres del tamaño de un llavero, es sorprendente el aguante que tienes. — Le digo y luego Sebastian y yo reímos. Stella hace contacto visual conmigo mientras sonríe de forma maliciosa.

— Te sorprenderías de saber que tanto aguante tengo. — Me guiña un ojo y se levanta. — Tengo que ir al baño. — Empieza a dejar las raquetas en la banca y acomoda las pelotas que están cerca.

— Yo ya me voy, odio ser el mal tercio. Y quiero descansar en mi cama. — Dice Sebastian. Ni Stella y yo negamos que lo es.

Vamos al acceso principal, mientras Stella va al baño Sebastian agarra mi hombro y me mira fijamente.

— Vas por buen camino, sigue así muchacho, estoy orgulloso de ti. — Palmea mi cachete en repetidas veces y ríe.

Yo también lo hago.

— Yo sé que voy por buen camino. — Contesto. — A diferencia de ti, no me gritan rubias locas en un recibidor. — Suelto una carcajada.

— Era ella la que me mando el mensaje hace unas semanas. Le dije que me dejara en paz, tuve que bloquearla para librarme de ella. Ni siquiera nos acostamos. — Dice aturdido.

Qué horror.

El celular de Sebastian empieza a sonar. Él parece querer ahorcar a alguien.

— Mi mamá, dile adiós de mi parte a Stella y pórtate bien. Parece buena chica. — Dice mientras contesta la llamada y se va.

Me apoyo en una pared y cruzo los brazos mientras veo a mis tenis.

Debo pensar es sacar una nueva linea de calzado deportiva.

Levanto mi vista y Stella viene caminando a mí. Parecía tramar algo porque cuando le observo sonríe inocentemente.

Estiro mi brazo y juego con un mechón de su cabello, a pesar de que claramente se arreglo el cabello uno quedo suelto. 

— ¿Qué vas hacer el viernes?. — Le pregunto. Mientras observo todo su rostro.

— No sé, tal vez dominar el mundo o comer bombones. — Rueda los ojos. — No podría decírtelo, últimamente tengo muchas cosas que ordenar y a eso súmale una rubia loca que quiere que todo me salga mal. — Suelta un suspiro.

— No es bueno que manejes tanta presión, no sé si tu diminuto cuerpo lo pueda lograr. — Le digo riéndome. Ella me da un pequeño golpe en el abdomen, no me duele pero sí hace que la vea con el ceño fruncido.

Ella me sonríe inocentemente y parpadea varias veces, después ríe de su propia actuación.

— ¿Me llevas a mi casa por favor?. — Ahora si me sonríe normalmente. Enarco una ceja.

— Primero me golpeas, luego tratas de manipularme con esos ojitos y quieres que te lleve. — Hago como si lo pensara. Obviamente no me atrevería a dejarla, solo quiero regresársela. — No lo creo. — Contesto y cruzo los brazos sobre mi pecho.

Noto que eso llama su atención y deja de verme fijamente para ver como los músculos de mis bíceps se hacen mas notorios. Humedece sus labios y parece perdida en sus pensamientos. Carraspeo para que deje de comerme con la mirada. Sacude su cabeza y vuelve a verme a los ojos.

— Sí sí, vámonos. — Dice y comienza a caminar. La alcanzo y entrelazo nuestras manos. Sus mano es muy pequeña a diferencia de las mía pero encajamos perfecto.

Stella me dice su dirección y mientras voy manejando vamos platicando y conociéndonos mejor. Cuando estamos apunto de llegar a su casa se queda pensativa.

Cuando apago el motor de mi carro y estoy apunto de bajarme para abrir su puerta su voz me detiene.

— Daniel... vamos a tener una cita el viernes. — Me dice con una tierna sonrisa y yo me siento el hombre más afortunado en este momento. 

INEFABLE©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora