Capítulo 26

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Daniel

Llego al edificio de Stella y estaciono donde ya me es costumbre, pude entrar porque me dio un código de acceso y eso facilita todo. Cuando estoy en el elevador le mando un mensaje avisándole que ya voy subiendo y me deja en visto.

No me sorprende.

Llego a su departamento y toco el timbre, pasan unos segundos y abre la puerta pero antes de que lo pueda imaginar me lanzo hacia ella y la cargo. Suelta un gritito pero ríe. La agarro mas fuerte y abrazo como si me hiciera falta como el oxigeno.

Cierro la puerta como puedo y camino hacia su sala, cuando decido que es mejor el sofá de tres piezas me dejo caer con ella a horcajadas de mi.

No despego mi cara de su cuello y deshago el abrazo hasta  que pasan unos minutos donde ninguno de los dos habla, pero parece que entendemos todo. Mientras yo hago ligeros patrones sin sentido en su espalda ella hace masaje en mi cabello.

Me separo y es cuando noto que tiene puesto unos jeans y solo su ropa interior en la parte de arriba. Alzo las cejas y delineo las copas de sus sostén, por suerte es de una tela delgada y noto lo feliz que está. Tiene detalles de encaje y es color negro.

Me prende.

— Podría acostumbrarme a que me recibas así. — Sigo recorriendo toda la prenda con mi dedo indice sin dejar de ver el camino que hace mi dedo. Pongo ambas manos en su cintura y luego subo un poco hasta que mis pulgares entran en contacto con las cimas de sus senos ya fruncidas. Hago unas caricias sobre sus pezones, círculos y luego los aplasto ligeramente.

Stella para este momento ya tiene su boca abierta y respiración agitada. Me acerco mas y empiezo a dejar besos húmedos por todo su cuello y mandíbula. Siento como las manos de ella que ya estaban en mis hombros aprietan y no puedo evitar sonreír.

— Van a cerrar las tiendas...— Dice pero no se ve muy convencida cuando mi mano se desliza por su abdomen hasta llegar al botón de su pantalón. — Necesitamos irnos ya.

Parece regresar de la nube en la que estaba y se aclara la garganta. Ahora yo tengo un erección de los mil demonios y ella se nota muy acalorada.

— Lo siento, no se suponía que esto pasara en cuanto llegaras. Llegaste antes de tiempo y no me dio tiempo de terminar de cambiarme.

— Yo encantado. — Le digo sonriendo y luego bajo mis labios a ese punto débil exacto que se que tiene en la base de su cuello. Me quedo unos segundo ahí, y cuando reacciona y se da cuenta de mis intenciones se separa pero no se baja de mis piernas.

— No te atrevas. — Golpea mi hombro y ahora si se levanta. Se fija en el bulto en mi pantalón y me sonríe, pero conozco esa sonrisa. — Iba hacer algo rápido al respecto pero olvídalo. — Camina hacia el pasillo y yo recuesto mi cabeza contra el sofá.

Cierro los ojos y a los minutos regresa. Me doy cuenta porque siento como me avienta uno de los cojines y me da en la cara.

— ¡Casi me haces un chupetón! — Mueve un poco la blusa que se puso y puedo notar su piel enrojecida.

— Lastima que no lo lograra.

Parece querer matarme.

No lo logra y llegamos al centro comercial. Caminamos con las manos entrelazadas y Stella se quiere parar en todas las tiendas donde ve algo que le gusta para ella, o en algunos casos se para y ve cosas para mi.

— Estamos buscando cosas para bebés, deja de distraerte. — Le digo y una pareja de ancianos pasa a nuestro lado. La señora me sonríe encantada y el señor solo la mira con lo que parece duda y luego suspira como si entendiera algo solo que ver su mirada.

INEFABLE©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora