Prólogo.

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Había tenido problemas hace rato para publicarla...Wattpad me pone de los nervios xc

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Si a Minho le preguntarán qué recuerdo de su infancia consideraba como el más relevante, él seguramente diría que el 14 de julio del 2003 cuando sus padres salieron de la casa y no volvieron.

Estaba próximo a cumplir los 5 años y su hermano menor tendría 3 pronto, estaba enfermo para ese entonces, el resfriado del verano con todas las alergias flotando a su alrededor, así que sus padres no podían llevarlos con ellos, especialmente con Felix siendo tan pequeño, así que iban a quedarse con su tía Charlotte.

Su mamá era bailarina y su papá músico; ambos hacían presentaciones juntos en teatros de todo el mundo. Su padre siempre se sentaba en el piano y comenzaba a tocar mientras su madre parecía una muñeca de cajita musical y comenzaba a bailar a su alrededor al ritmo establecido. Viajaban mucho, es una de las pocas cosas que Minho recuerda de ellos, por todo Corea o por Europa, a veces iba con ellos y a veces se quedaba con la tía Charlotte.

Broadway, esa era una palabra que rescataba de aquel día por lo emocionada que había estado su madre al decirla. Era hacia donde se dirigían, tendrían un par de presentaciones en Estados Unidos y volverían antes de que se terminara el verano para que, juntos, pudieran ir al parque de diversiones y al zoológico como prometieron.

Broadway, parecía significar nada en aquel entonces pero, si le preguntan a Minho, era una de las cosas que marcaron su vida mucho antes de siquiera ser consciente de su importancia.

Volveremos pronto—recordaba a su madre besando a Felix mientras su padre mantenía a Minho en brazos—Sean buenos niños y cuídense mucho, la tía Charlotte los cuidará bien.

Verlos partir nunca era doloroso, Minho estaba totalmente acostumbrado a eso, verlos cruzar la puerta era algo enteramente normal en su joven vida así que no hubo lágrimas, sólo Felix lloriqueando como el bebé que era desde brazos de la tía Charlotte pero Minho decidió que estaba bien, aún estaba pequeño y sólo necesitaba acostumbrarse.

No, verlos partir nunca fue el problema. Eso vino después, cuando ellos no volvieron.

La tía Charlotte los llevó al parque de diversiones y al zoológico, les permitió ser desordenados y les compró lo que quisieron; comieron tantos dulces como les permitió pero, antes de volver a casa, la tía Charlotte los llevó al parque Olympic y, sentándose en una banca con ellos en su regazo, les explicó lo que sucedió.

Hubo una falla en el motor del avión donde viajaban sus padres...me temo que no había forma de hacer algo al estar en medio del Atlántico...mis niños, lo siento mucho.

Minho era pequeño, recordaba que fue difícil comprender lo que su tía Charlotte estaba diciendo hasta que Felix se echó a llorar, como si él comprendiera mejor que su hermano las circunstancias que enfrentaban, como si allá en su cabeza de bebé entendiera a la perfección que mamá y papá no iban a volver.

No recuerda mucho después de eso, y en realidad lo agradecía; no quería recordar el duelo que sufrió por la pérdida de sus padres, los llantos de Felix, la sensación de vacío y pesar demasiado grandes como para pertenecerle a un niño de cuatro años. No, esa etapa de su vida permaneció en un borrón que prefería no aclarar.

Después todo era más nítido en sus recuerdos y, si le preguntan, Minho dirá que el segundo recuerdo más significativo de su infancia es la tía Charlotte.

Charlotte Plisetsky, nacida en Rusia de padres rusos, bailarina desde que aprendió a sostenerse sobre sus pies. Había sido la instructora de la madre de Minho cuando tenía 15 y la adoptó como si fuera su hermana pequeña. Minho recuerda que la mujer tenía 40años cuando los acogió, siempre la llamó su tía porque así les había pedido aunque la mitad del tiempo estaba aterrado de ella.

La tía Charlotte era una mujer muy alta, tan alta como un edificio y tan delgada como un palillo; a diferencia de lo que parecían ser todos ahí tenía grandes ojos color hielo, de un azul tan claro que daba escalofríos y su cabello era oscuro como el ébano, aunque ahora estaba salpicado de algunas canas. Tenía un porte digno de una bailarina, Minho no recordaba haberla visto encorvada como si cargara el peso del mundo en su espalda a pesar de haberse hecho cargo de dos niños, ni siquiera recordaba que su rostro expresara algo más allá de la seriedad.

Disciplina, orden y perfección.

Ésas eran las palabras que marcaron por completo la vida de Minho y Felix después de que la tía Charlotte se hiciera cargo de ellos, específicamente cuando Minho expresó interés en la danza a la edad de 8 años y Felix le siguió con gusto; Charlotte les enseñó ella misma, decretando que no gastarían el tiempo yendo a clases donde quizá no les enseñarían lo suficiente teniendo ella aún la capacidad de educarlos.

Y cuando Minho y Felix decidieron que también querían aprender a tocar un instrumento les contrató un profesor particular; Minho aprendió a tocar el chelo y Felix el piano.

Cualquiera que los mirara diría que eran personas privilegiadas a pesar de que Minho y Felix nunca se sintieron así, independientemente de la pérdida de sus padres; la tía Charlotte les hacía trabajar duro, si no es que más, cuando ellos querían conseguir algo decretando que la recompensa sólo era para aquellos que se esmeraban en alcanzarla; les exigió ser los primeros de la clase sin oportunidad de usar la danza como excusa de bajas calificaciones; les puso la meta de ser los mejores bailarines de todo Seúl y, si seguían queriendo tocar el piano y el chelo, entonces tendrían que ser los mejores.

La tía Charlotte nunca aceptó segundos lugares, no aceptaba simplones que sólo hacían lo justo así que Felix y Minho tenían que ser siempre los mejores, tenían que esforzarse el doble, tenían que hacer las cosas para que salieran perfectas no sólo bien y, si lo lograban, entonces tendrían la recompensa.

¿No se equivocaron en ninguna presentación? Bien, pueden elegir a donde ir en verano; ¿Son los primeros en la lista de honor de la escuela? ¡Brillante! Pueden tener el nuevo celular que quieren y la computadora; ¿Lograron llegar a armonía con sus instrumentos? Estoy orgullosa, remodelemos las habitaciones.

¿Aquel tipo de vida los tenían llenos de ansiedad? No, al menos Minho creía que no.

La tía Charlotte siempre se aseguró de tenerles un horario dentro de lo saludable para que no se sintieran saturados; iban a la escuela por las mañanas y hacían su tarea después de llegar a casa; si tenían un compromiso con algún amigo entonces podrían ir, sino se quedarían a hacer nada en la casa hasta las 7 de la noche, donde subían al ático a practicar dos horas completas sin descanso.

Minho no sentía que tener la vida que tenía requiriera sacrificio alguno, si bien sus padres ya no estaban, tanto Felix como él se esmeraban en hacer que, donde sea que estén, se sientan orgullosos de ellos asegurándoles que la tía Charlotte los había cuidado a la perfección y los había hecho chicos de bien, chicos que tienen orden, disciplina, chicos cuyos rostros aparecerían si buscas perfección en el diccionario.

Tan perfectos, negados a cometer un solo error que cualquiera externo a ellos decretaba que parecían más un par de robots tan sólo ejecutando las cosas de manera correcta haciendo sentir mal a los demás; Minho no podía recordar el haberse caído o tropezado desde que tiene ocho, Felix no recordaba haberse sentado encorvado antes en su vida. No recordaban ser infelices debido a la presión de ser perfectos, en realidad ellos sintieron que fueron muy felices a pesar de su perdida.

Siempre aprende de tus errores—solía decirles Charlotte cuando uno de ellos se equivocaba.

Minho y Felix lo hicieron, aprendieron de sus errores y no volvieron a cometerlos, tanto que pronto tuvieron el mínimo margen de error, casi nulo, haciendo de ellos bailarines disciplinados, estudiantes excelentes y personas brillantes.

Disciplina, orden y perfección.

Esas eran las palabras que regían la vida de Minho hasta que se estrella con la personificación del desastre.

Musa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora