75: Medicine.

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Okay, acabo de hacer otro desastre en la historia, pero bueno, ya está hecho así que espero tenga lógica para ustedes

ADVERTENCIA: Escena de enfrentamiento físico, nada gráfico, pero ahí está para que lo tengan en cuenta

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"Algunas personas son como las nubes, tu sabes, porque la vida es más brillante cuando se van." -Bring Me The Horizon.

...

Alguien alguna vez dijo que era mejor haber amado y perdido que nunca haber amado, y realmente Chan no entendía del todo qué había de bueno en amar y perder que no haberlo hecho nunca, al menos absteniéndote de ese sentimiento no sentías que te estabas muriendo.

Claramente era una connotación dramática el morir de amor, nadie hacía eso, o le gustaba pensar que no. Si bien dolía como el infierno, más allá de una herida emocional, tampoco es como si se fuera a morir. Subestimaban demasiado a los adolescentes que sufrían de un corazón roto, prometían que cuando eres adulto esas cosas ya no importan, no tienes tiempo, sin embargo dolía igual que cuando tenías quince y te rechazaban, sino es que peor.

Ahí tirado en el sofá de la casa de su padre, a miles de kilómetros de sus obligaciones adultas, Chan estaba sufriendo de amor. Quizá, si no tuviera un permiso en el trabajo por emergencia familiar, tendría poco tiempo para sufrir, quizá si volviera a Corea dejaría de tener momentos de autocompasión, pero ese no era el caso de momento. Se sentía muerto en vida, arrastrándose por todos lados, picoteando la comida, preguntándose por qué le habrían dado tanto y luego arrebatándoselo como si nada, como si no lo mereciera.

¿Realmente no lo merecía? ¿Era eso lo que intentaban decirle? ¿Por qué dejar que dure tanto si no terminarían juntos? Amar y perder era una mierda, porque, cuando perdías, tu amor seguía girando en torno al vacío que la persona dejaba, aferrándose a algo que ya no existía. Porque amar y perder significaba que seguirías enamorado de lo que ya no tenías, en cambio nunca haber amado te ahorraba la sensación de ser insuficiente, de haberlo arruinado.

Aunque gran parte de Chan sabía que no era su culpa, que definitivamente no fue quien decidió irse, aún se sentía parte del problema porque nunca le preguntó a Conan qué era lo que realmente quería, simplemente decidió que se tenían que ir juntos a Corea o terminar, en aquel entonces parecía una solución viable, no querría condenarlo a una relación a distancia, y eso fue lo que les arrastró y llevó a ese punto.

Se restregó el rostro con algo de frustración, interrumpiendo el llanto antes de que comenzara de nuevo. A este punto, apenas un par de días después, sentía que había llorado lo suficiente y, sin embargo, aún había lágrimas a nombre de Conan.

Escuchaba a su padre pulular en la cocina, yendo y viniendo, preparándose el almuerzo para irse a trabajar, haciendo que Chan se preguntara por qué, después de todos esos años, nunca se volvió a casar.

Mirando sus muebles podía encontrar fotos de ellos, viejas fotos que se quedaron en su casa de Australia desde la última vez que vinieron todos juntos, pareciera como si siguiera igual, como si su madre y Changbin hubieran salido por un momento y ellos se quedaran atrás, siendo la familia que siempre fueron. Y lo decía porque su padre nunca quitó las fotos de su madre, las dejó tal y como estuvieron en un principio, incluso a unas les cambió el marco.

La más cercana a Chan en ese momento, la que se encontraba en la mesilla de noche, era una que su madre también tenía en casa, allá en Corea. Estaba abrazando a Changbin, llenando su regordeta mejilla de besos, mientras Chan se colgaba de su cuello y le sonreía a la cámara, recordaba decir que el pelo de mamá le hacía cosquillas, las risitas de Changbin y sus balbuceos le eran divertidos en ese entonces, apenas estaba enseñándole a llamarle por su nombre.

Musa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora