23: Dancin'.

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"¿No lo puedes ver? Cariño, eres para mí, aunque no fuera destinado a ser." -Aaron Smith.

...

Cuando a nuestros oídos llega la palabra fraternidad, automáticamente pensamos en litros y litros de alcohol, fiestas sin control y tipos de la altura de un poste con cuerpo de dioses y comportamientos neandertales.

Realmente, las fraternidades sólo eran como un club exclusivo en las escuelas a los que sólo determinadas personas son capaces de unirse. No eran sectas ni nada que se le pareciera, incluso se podría decir que los mejores alumnos se encontraban en una fraternidad; estrellas del deporte, mentes maestras en las ciencias, alumnos de excelencia. Ese tipo de personas son los que pertenecen a una fraternidad.

No obstante, tener una casa propia en el campus sí que era una ventaja para hacer una fiesta.

La universidad de Seúl había tenido, en su momento, dos fraternidades y una hermandad pero, por cosas que sucedieron hace tiempo, una de las fraternidades se disolvió dejando a la universidad con sólo dos grupos de élite. El de las chicas y el de los chicos; cada uno tenía una casa en distintos puntos del campus rodeadas de la arboleada que marcaba el perímetro de la escuela; al poseer sólo un determinado de cuartos, no todos los que eran miembros se quedaban en la casa pero sus puertas estaban abiertas las 24hrs de los 7 días a la semana.

La fraternidad se encontraba en el lado Oeste del campus, detrás de la zona deportiva y del lado opuesto a donde vivía Charlotte; un pequeño camino de tierra marcaba el camino al igual que la casa de la profesora Plisetsky; cuando había fiestas, los árboles eran decorados por farolitos de papel y luces de fantasía para mostrar el camino a las personas y que no se perdieran en la arboleada incluso si estaban intoxicados.

Por obvias razones de terreno, los autos estaban descartados para llegar a la fraternidad así que el estacionamiento del área deportiva se veía a rebosar de automóviles cómo sólo hacía cuando había competencias en las canchas; la jeep de Changbin era uno de ellos, uno de los autos más monstruosos que había ahí estacionado al ser un todo terreno 4x4 de color negro, tan alto que ambos, Changbin y Jisung, tenían que bajar de un brinco del vehículo.

Eran las 9pm, perfecta hora para llegar a la fiesta, pero Jisung habría deseado llegar un poco más tarde; aunque amaba divertirse, siempre estaba la incomodidad inicial de llegar a una fiesta con las miles de dudas que se clavaban en su mente sobre si de verdad era de disfraces, si llegaron el día correcto, si no estaban demasiado temprano, si Jisung sería bienvenido. Miles de dudas revoloteaban en su cabeza sin importar cuánta gente con ridículos disfraces se encontró de camino al lugar.

Sabía que sólo era el nerviosismo inicial, pasaría una vez que la música estuviera atronando sus oídos y tuviera algo de alcohol en su sistema. Se acomodó el impermeable amarillo que usaba antes de revolotear al costado de Changbin, manteniéndose cerca por temor a perderse entre el grupo de estudiantes que se dirigían al camino señalado con calabazas colgantes y luces en forma de fantasmas.

A pesar de la distancia que los separaba, Jisung ya podía escuchar la música sintiéndola retumbar en la tierra, si se concentraba lo suficiente se encontraba a sí mismo bailando las melodías.

—San le pagó a Chan para que llegara más tarde—anunció Changbin, acomodándose la chaqueta de cuero mientras dirigía a Jisung al camino de tierra—Quieren armarla en grande.

DJ Chan a sus ordenes—vitoreo el chico de cabello azul alzando las manos al cielo—Por eso Conan estaba estresado conmigo acaparando el baño.

—Tardas milenios en arreglarte—se quejó el mayor, mirando a su amigo con una sonrisa—Aunque debo de admitir que haberte disfrazado de Coraline fue una buena idea.

Musa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora