Capítulo catorce

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Paseaba por Verona, llegué a un pequeño recinto, pedí un café y un pastelito. Me senté en una mesa afuera del local, para mirar a la gente pasar por la plaza.

Se acercó una muchacha y me dejó sobre la mesa lo que pedí con anterioridad.

Grazie— dije con perfecto acento italiano. A pesar del paso del tiempo lo recordaba muy bien.

Ella sonrió y se marchó.

No dejaba de pensar en el libro, en ese instante podía aparecerlo y destruirlo de una vez por todas o podía dejar que los demás siguieran pensando que no recuerdo que pasó con él. Ese era un dilema constante.

— ¿Qué es lo que te tiene tan pensativa? — preguntó Gonzalo, llegándose a sentar conmigo.

—Nada interesante— sonreí

—Parecía que si era algo interesante, estabas sumamente pensativa.

—Pensaba que lo que viene no será nada bonito— le di un sorbo a mi café

—Lo sé, si antes las cosas estaban feas, imagino que hoy están peor.

—Pero no hablemos de eso— cambié de tema —Mejor cuéntame ¿Cómo te contactaste con Stephano?

—Desde corta edad mi madre se dio cuenta que no era una niño como los otros. Con el paso de los años me di a la tarea de buscarlo y cuando tuve edad suficiente fui en busca de él, hasta que lo encontré meses atrás. En resumen, aquí me tienes.

—Me alegro que hayas reencarnado— lo tomé de la mano

—Era lógico que regresaría, conoces las reglas de la reencarnación, si tienes un asunto pendiente regresas— apretó mi mano.

—Estoy contenta de tenerte de vuelta, como me gustaría que mamá regresara también— sonreí

— ¿Y quién dice que no ha regresado?

—Ya nos hubiera contactado si lo hubiera hecho— eso era exactamente lo que mi mamá haría si estuviera de nuevo en la tierra.

—Quizás o tal vez no puede encontrarnos aún.

—Tal vez. Pero si me hace mucha falta— mis ojos comenzaron a ponerse cristalinos

—Lo sé. Estar todo el tiempo sin ella debió de ser difícil. Pero por lo menos tenías a mi abuela.

—Sí, ella cuidó bien de mí—unas cuantas lágrimas emergieron de mis ojos, las sequé casi de inmediato.

—Hizo un gran trabajo— apretó mi mano

—La verdad sí. Siempre le estaré eternamente agradecida— le di un sorbo a mi café—Jerome, digo Gonzalo. Ya no sé cómo llamarte— comprendí la confusión de mis amigos al no saber cómo llamarme.

—Llámame como tú quieras, con el nombre que sientas más confianza.

—Está bien, Gonzalo. Te diré así, no quiero que se enteren que eres Jerome

—Está bien— asintió

— ¿Sabes que lo que viene será sumamente peligroso?

—Sí

—Puedes morir y no quiero que pase de nuevo

—Por lo menos sé que regresaré— rió

— ¿Qué tal si no lo haces? — le pregunté seria.

—Mary Elizabeth, otra regla de la reencarnación es que todos regresan. Sólo que algunos se les decide borrar la memoria para que su regreso les sea más sencillo y hay otros, como yo, que recuerdan cada detalle.

—No quiero que haya muertes por mi culpa— recordaba claramente las palabras de mi padre "Y todo lo que pase lo cargarás en tu conciencia el resto de tu existencia"

—No serán por tu culpa, serán por una causa justa. Esta guerra nos incluye a todos los de nuestro mundo. Es para liberarnos.

—Todo por culpa de papá y su afán por el poder

—Él siempre fue así desde que puedo recordar y nunca supe porque. Siempre quiso tener el control de cada criatura viviente.

—Siempre fue el tirano del control— me reí

—Sí— rió junto conmigo

A lo lejos vi que Stephano caminaba hacia nosotros.

—Disculpa, ¿te podría robar a mi novia? — le dijo a Gonzalo cuando llegó a nosotros.

—Por supuesto, imagino que irán a pasear juntos.

—Algo así— sonrió de manera pícara.

No pude evitar sonrojarme ante eso.

—Mary Elizabeth, ¿te gustaría dar un paseo conmigo? — extendió su mano para que la tomara.

—Creo que sería un placer— respondí al tomarla.

Dejé el dinero por lo que había comprado y me fui con Stephano. Vi como se acercaba la misma muchacha que me había atendido a recoger el dinero. Gonzalo y ella intercambiaron algunas palabras, las cuales no escuché por la distancia. Seguramente le pidió algo para comer y beber. Stephano Rió, seguramente leía la mente de la muchacha, la cual no tenía ninguna oportunidad con mi hermano.

Caminábamos tomados de la mano.

— ¿A dónde iremos? — le pregunté, ya alejados un poco.

—Ya lo veras— sonrió de manera victoriosa como si paseara de la mano con la misma realeza.

Andábamos por ponte pietra. Ahí vimos un maravilloso atardecer. Él me tenía abrazada, y me besó la mejilla.

—A pesar de estar en este lugar por razones desagradables, esto es uno de mis momentos favoritos— me abrazó con fuerza. Tenía recargada su barbilla en mi cabeza. En este momento estuve consciente de nuestra diferencia de estatura.

—El mío también— sonreí al estar mirando el ocaso.

—Te amo mi, hechicera.

—Y yo a ti, mi ángel de la guarda que rompe reglas— me giré para besarlo.

Seguimos caminando, llegamos a la entrada de un restaurante elegante y yo no iba vestida para entrar en un lugar así sin ser criticada por mi vestimenta.

— ¿Cenaremos aquí? — le pregunté sorprendida.

—Sí— respondió muy seguro

—No vengo vestida como para cenar en un lugar como este— traía puesto unos jeans, blusa azul y mis converse blancos.

—Así te ves maravillosa— sonrió al mirarme con ternura

—No entraré así, por lo menos déjame cambiarme de ropa.

—Estamos lejos de la casa de Romeo.

—No necesito ir hasta allá para cambiarme

—No usarás magia— me levantó la voz

— ¿Por qué? — reaccioné a la defensiva

—Aquí las paredes escuchan y ven. No lo harás— lo último me recordó a mi padre.

—Algo sencillo. Por lo menos un vestido

—No

—No me importa, yo lo haré. Tú no decides por mí— lo desafié

Él se quedó pensativo, sabía que lo haría aunque él no quisiera.

—Está bien— cedió —pero hazlo donde no te vea alguien ¿sí?

—Está bien.

Me cambié de ropa en el callejón adjunto al restaurante. Traía un vestido color rosa pastel, bastante simple, pero lucía bien con unos zapatos blancos. Con el mismo peinado, una media coleta.

—Te ves hermosa— sonrió

—Gracias— le respondí con una sonrisa

— ¿Entramos? — extendió una mano.

—Por supuesto— la tomé

Oscura NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora