Capítulo ocho

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Desperté asustada, me levanté con la respiración agitada de la cama.

¿Mi padre era responsable de todo?

Él era la razón por la que mi mamá quería que huyera de Italia.

Pude ver a Stephano que me observaba con detenimiento, estaba recargado en el umbral de la puerta de la recámara, con los brazos cruzados, usaba un pijama de color azul, que se ajustaba a su cuerpo.

— ¿Qué es lo que haces aquí? —le pregunté sentada en mi cama.

—Tuve un mal presentimiento y vine a verte, creo que estabas teniendo una pesadilla

— ¿De verdad? — expresé en tono sarcástico

— ¿Qué es lo que soñabas?

—Algo que no creo que te interese— respondí de mala manera

—Me preocupas

—Sólo soñé con algo que vi en el cine con Alyssa— le mentí no podía decirle lo del libro y tampoco que había recuperado mis poderes—estoy bien, creo que deberías irte

—Me iré, pero tu respuesta no me convenció, creo que deberías de trabajar más en tus mentiras.

¿Cómo diablos supo que mentía?

—Sólo vete Stephano

—Descansa, mi hechicera—se acercó a mí, quiso besarme en los labios, pero se detuvo y lo hizo en la frente —te amo, sólo quiero que lo sepas— dijo para después salir de la habitación.

Me volví a acostar, pero ya no pude conciliar de nuevo el sueño.

Tomé mi teléfono celular que estaba en la mesa a un lado de mi cama. Le mandé un mensaje de texto a Aly

"Cuando despiertes necesito hablar contigo"

Cerré los ojos tratando de dormir, pero no podía, sólo daba vueltas en la cama. Miraba el reloj y los minutos parecían no pasar, era como si el tiempo estuviera detenido.

En la esquina de mi habitación pude ver una sombra.

—Stephano te dije que te fueras

Pero no reaccionó, la sombra se fue acercando cada vez más a mí. Cuando menos pensé, estaba en la orilla de la cama. Me sorprendió ver quién era. No lo pude creer.

—Abuela, sabía que no estabas muerta

—Te equivocas querida.

—¿Por qué puedo verte, si estás muerta?

—Me temo que cuando tu madre pasó sus poderes hacia ti, también pasó parte de su don.

— ¿Don?

—Sí, ella tenía el donde de ver y hablar con los muertos

—Espera me estás diciendo que...

—Sí, puedes ver y hablar con nosotros

—Es sorprendente

—Vi que ya recuperaste tus poderes, te felicito

—Gracias, abuela. Te extraño—sonreí con nostalgia

—Yo también lo hago, pero sabes que no puedo regresar. No hay hechizo tan poderoso como para hacernos regresar. Estoy mejor así

— ¿Qué es lo que haces aquí? Por algo has venido

—Sólo vengo a prevenirte y a despedirme, porque antes no lo hice.

—¿De qué tienes que prevenirme?

—De tu regreso a Italia. Sé que es necesario regresar y quiero que te cuides; lo que te espera no es nada bonito. ¿Recuerdas cuando te dije que en nuestro mundo no todas las personas son buenas?

—Sí

—Esas personas trataran de aniquilarte, porque representas una amenaza para ellos.

— ¿Amenaza?

—Sí, con tus poderes de regreso te has convertido en la hechicera más poderosa, es por eso que antes quisieron deshacerse de ti. Después se dieron cuenta que tu guardabas algo muy importante. Esa es la verdadera razón por la cual huíamos todo el tiempo, ya que siempre que Stephano te encontraba, por consecuente Dante también lo hacía y con ellos dos juntos lo que seguía eran problemas. Quiero que te cuides, pero también quiero que hagas lo correcto.

—Alyssa me dijo que tuvo una visión acerca de una guerra ¿Qué es lo que sabes de ello?

—Esta guerra se ha estado planeando desde hace casi dos siglos y estuvo a punto de hacerse hace cien años, cuando supieron que tú tenías el libro. Los ángeles caídos no están dispuestos a seguir acatando instrucciones de tu padre y de la orden de los eternos. Están convencidos que su salvador pronto llegara a ayudarlos.

— ¿Creen que su salvador soy yo?

—Tal vez

— ¿Eso es imposible?

—No del todo.

—Abuela tengo tantas preguntas

—Lo sé, con el tiempo descubrirás las respuestas. Ya no tengo mucho tiempo, Mary Elizabeth. Te amo, siempre fuiste mi nieta favorita, mi pequeña niña— se acercó a darme un beso en la mejilla, se sintió como la brisa de aire fresco.

—Yo también te quiero, abuela.

Una luz apareció en la habitación y vi como mi desaparecía entre ella.

—Sólo te pido que me protejas desde donde estas— pronuncié en voz baja, cuando la luz se desvanecía.

De pronto, desperté

¿Fue real o un sueño?

No me importó, me despedí de ella, era lo que tanto quería hacer, me pesó no haber estado con ella cuando murió. Ella no está aquí por mi culpa. Mi padre tenía razón, todo lo que estaba pasando era gracias a mí, las muertes de los que más quiero pesan en mi consciencia.

Me levanté de la cama, fui al baño a lavarme los dientes. Me miré en el espejo y noté algo muy extraño. Primero escupí la espuma que se había formado en mi boca, dejé el cepillo dental a un lado y observé mis ojos, poco a poco fueron cambiando de un tono castaño claro a dorado, eran iguales a los ojos de la chica del cuadro que pinté meses atrás. Comenzaron a brillar, cerré los ojos para ver si era verdad, al abrirlos noté que sólo fue una alucinación, pero eran de un nuevo tono, tenían una rara mezcla de dorado en ellos, eran más claros que antes.

¿Qué era lo que significaba?

Si no supiera que todo esto era real, pensaría lo mismo que meses atrás, que había perdido mi buen juicio o que todo el mundo enloqueció. 

Oscura NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora