Capítulo treinta y cuatro

9 2 0
                                    


Desde antes que saliera el sol, ya se escuchaban pasos en la casa, eran pisadas fuertes, andando de un lado a otro, también se escuchaban gritos, ¿qué era lo que estaban haciendo? No lo sabía, pero lo averiguaría. Intenté salir de mi habitación pero la puerta estaba cerrada. Mi padre debió mandar a que hiciera ese trabajo.

Pero no funcionaría.

Utilicé un hechizo para abrir la puerta, pero esta no abrió.

Intenté salir con magia pero tampoco pude. El contra hechizo no funcionó. Estaba encerrada en esa habitación. Se me ocurrió salir por la ventana, pero esta no abrió. Era prisionera de nuevo en la casa. ¡Demonios!

No podía a parecer nada con magia en la habitación. Escuché que alguien intentó abrir la puerta. Vi como la perilla se movió. Busqué en mi cajón algo que me pudiera servir, saqué mi cuchillo y lo escondí en mi pantalón, tomé la lámpara de la mesita que estaba a un lado de mi cama y me puse a un lado de la puerta.

Cuando abrieron, vi que entró Vladimir a la habitación. Con todas mis fuerzas le pegué con la lámpara, pero este no cayó al suelo, sólo se giró hacia mí. Me tomó del cuello y me levantó, estaba a unos veinte centímetros del suelo, sentía que me faltaba el airé. Con mucho trabajo saqué el cuchillo y se lo clavé en el cuello, este rápidamente me soltó, con las pocas fuerzas que me quedaban me levanté y salí corriendo de la habitación. Se levantó y fue tras de mí. Bajaba las escaleras cuando pronuncié el hechizo invisibilia para desaparecer de su vista. Al parecer sólo había un hechizo en mi habitación, ya que mi padre no contaba con que escaparía. Y no estaría nada contento con ello.

Me escondí detrás de las escaleras por un tiempo. Sólo escuchaba a Vladimir llamándome.

—Mary Elizabeth, sal de donde estés. No voy a hacerte daño.

Como si fuera a salir o le fuera a creer.

—Cuando el jefe se enteré me matará. Estoy muerto— dijo enojado, pasándose la mano por el cabello.

Vi que Dante se acercó a Vladimir con una expresión de pocos amigos.

— ¿Qué decisión tomaron los sirvientes?— le preguntó a Dante.

Dante sólo movió el cuello de un lado a otro, su respuesta no sería buena.

—Digamos que ellos prefirieron morir por sus ideales. Es mejor, sólo eran un estorbo— se tronó los dedos de las manos

Los había matado.

— ¿Qué es lo que haces aquí? — lo miró fijamente —deberías de estar en el cuarto de Mary Elizabeth.

Dante supo de inmediato que algo no andaba bien.

Con una fuerza sobre natural lo tiró al suelo.

— ¿Qué fue lo que hiciste, idiota? — lo pateó fuertemente

—Ella escapo

—Eres un imbécil— sonó desesperado —el jefe no estará contento cuando se enteré.

— ¿Sabes qué rumbo tomó? — estaba segura que planeaba buscarme

—Ella desapareció— se levantó

—Ella no puede irse así nada mas— lo miró fijamente a los ojos —está en la casa todavía y la vamos a encontrar— se fue con rumbo a la oficina de papá.

Fui a la habitación de Jeremiah, pero también estaba bajo el hechizo de aprisionamiento, sólo veía como él movía la perilla y no abría la puerta, llegué yo y la abrí. Eran tan ingenuos que ponían el hechizo para que no saliéramos, pero ellos sí podrían entrar cada vez que quisieran. Jeremiah se quedó paralizado al ver que la puerta se abrió y no había nadie parado ahí.

Oscura NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora