Me llevó a cenar a uno de los mejores restaurantes de Florencia. Teníamos una vista maravillosa. El lugar era de lo más romántico, parecía el escenario de una película de amor rodada en Italia. El mesero nos llevó a una mesa en lo más apartado del lugar. Era una sección exclusivamente para nosotros.
Recuerdo que la última vez que cenamos en un restaurante así, fue cuando me pidió que nos casáramos. Sentí mis ojos humedecer.
No llores, me repetí mentalmente.
Stephano tomó la silla y la sacó para mí, me senté y él se sentó frente a mí.
El mesero se acercó a nosotros, nos dio una botella de vino tinto, nos sirvió a cada uno en nuestra copa, la dejó sobre la mesa y se marchó.
—Si mal no recuerdo, no hemos ordenado aún.
—Lo sé. Cuando hice la reservación pedí un espacio para nosotros y lo que queríamos cenar. Así que sólo nos estarán trayendo las cosas sin ser interrumpidos. Esta noche es para nosotros dos.
Sonreí.
—Muy bien señor Blake, es perfecto.
—Al igual que usted— tomó mi mano, siempre que lo hacía mi piel se erizaba ante su toque, odiaba ese efecto que tenía en mí.
Sentí que me sonrojé un poco.
Sólo sentía las miradas de todos los que estaban en el lugar. Hasta donde estábamos pude notar que una señora le decía algo a su esposo enojada, supuse que tenía que ver con nosotros, su esposo le contestó algo y ella se enojó aun más. No pude evitar reír ante eso.
—Stephano, todos nos miran.
— ¿Y eso importa? — reaccionó despreocupado
—Sí
—Respuesta equivocada. No importa, nos amamos y eso no se puede ocultar— me miró pícaramente.
—Basta, harás que me sonroje— quité mi mano de la suya.
—Esa es la intención. Te ves hermosa cuando lo haces. En realidad todo el tiempo te ves así.
El mesero nos dejó en la mesa un plato de Spaguetti y una pizza.
—Pizza y un plato de Spaguetti ¿Por qué uno nada más?
—Es sencillo— sonrió — ¿Recuerdas la película la dama y el vagabundo?
— ¿A qué viene eso?
—Quiero ver si nos pasa eso con el Spaguetti.
— ¿Qué? — pregunté confundida, no sabía a lo que se refería
—Besarnos, comiendo la misma tira— rió
—Stephano, es una película. Y para besarme no necesitas armar toda una escena.
— ¿De verdad? — se acercó y miró mis labios fijamente.
—Sí, de verdad— lo besé.
—No me importa. Comeremos del mismo plato— sonrió
—No funcionará, tú estás frente a mí.
—Eso se puede arreglar—se paró, trajo su silla y se sentó a mi lado — así está mejor
Reí.
Estuvimos cenando sin complicaciones, para desgracia de Stephano, no pasó lo que quería con el Spaguetti, pero lo compensé besándolo, pero eso no reparaba el hecho de que no sucediera.
Al salir del restaurante, nos fuimos tomados de la mano. Paseamos por la ciudad de esa manera. Florencia de noche era magia pura, maravillosa con cada una de las luces que la alumbraban, como pequeñas estrellas en el cielo. La ciudad había cambiado, pero en esencia era la misma. Había extrañado la ciudad que me vio nacer y crecer. Estaba de regreso, pero no ya no se sentía como mi hogar. La había extrañado tanto, pero no cómo extrañaría a Stephano.
Las zapatillas comenzaron a molestarme, estuve a punto de aparecer unos zapatos en vez de las zapatillas, pero recordé que estaba en la vía pública, así que me las quité.
A lo lejos pude ver el rio.
—Te reto a una carrera hasta el río— arqueé una ceja
— ¿Te sientes bien? — preguntó confundido
— ¿Tienes miedo a que te gane? — lo reté
—Claro que no. Para hacer mejor la competencia apostemos algo— aceptó el reto
— ¿Qué? — pregunté curiosa
—Si yo gano, no regresamos esta noche a casa, tengo una gran idea para nosotros que implica no dejarte dormir
— ¡Stephano! — me sonrojé — y si yo gano, acepto esa idea— lo besé en los labios—Muy bien, cuenta hasta tres.
—Uno, due, tre.
Salimos corriendo. Él era veloz, yo también lo era, pero él me superaba por mucho.
Ganó la carrera.
—Creo que alguien perdió la apuesta.
—He perdido, ¿Qué es lo que haremos señor Blake?
—Ya lo verás— me acercó a él. Lo miraba a los ojos, tenían un brillo especial. Lo cual me decía que estaba ilusionado, enamorado y era de mí. Tomó mi mejilla, la acarició con ternura. Estábamos tan cerca, no traía mis zapatillas puestas, fue cuando noté nuestra verdadera altura juntos, mi 1.75 m no era suficiente, ya que él era, por lo menos una cabeza más alto. Me besó, me tomó de la cintura aferrándome a él. Coloqué mis manos detrás de su cabeza. Me cargó, con mis piernas envolví su cintura. Por unos cuantos minutos nos olvidamos del mundo, solamente éramos los dos.
—Regresemos a casa, ya basta de todo esto, podemos huir a otro lado si quieres y evitar que nos encuentren— dejó de besarme
— ¿Qué es lo que te pasa? — pregunté un poco enojada —si es por eso que hemos venido hasta Italia, para dejar de huir— me soltó
—Esto es muy peligro.
—Lo sé, pero ambos sabíamos que lo era cuando decidimos venirnos para acá.
—No te quiero perder— me besó nuevamente.
Comenzaron a escucharse risas, varias de ellas me parecían muy familiares.
— ¡Qué románticos! — expresó una voz sarcásticamente
Stephano al escuchar esa voz rápidamente dejó de besarme.
—Tanta dulzura me empalaga
Él miraba hacia todos lados, tratando de localizar a las personas que dijeron eso.
De entre las sombras salieron varios tipos, bastante musculosos, eran altos, unos igual que Stephano y otros no tanto. Varios de ellos parecían ángeles caídos, y estaba en lo correcto. Debía de ser la emboscada que esperaba.
ESTÁS LEYENDO
Oscura Noche
FantasíaDespués de enterarse que toda su vida es una mentira que ella misma creó, Angie, cuyo nombre es Mary Elizabeth. Tiene una nueva misión: descubrir quien mató a su madre, recordar dónde traspasó sus poderes y regresar a Italia a terminar lo que inició...