Capítulo trece

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— ¿Jerome? —lo miré confundida —es imposible.

—No lo es mi hechicera, es tu hermano. Ha reencarnado— me dijo Stephano muy seguro, tomándome del hombro.

— ¿Esa es una de las razones por las cuales te ibas? — le pregunté .

—Sí. No sé cómo me contactó y quería verte. Él siempre estuvo seguro que tú estabas viva y ya sabes, él murió después.

—No murió— respiré profundo y exhalé—mi papá lo mató

—Sí, pero no te lo quería decir— me miró fijamente — ¿cómo lo supiste?

—Carlo me lo dijo hoy— lo miré y después a Gonzalo

—Siento mucho no haberlo dicho— noté un poco de tristeza en su voz

—Hay muchas cosas que no me dices y no por eso lo sientes— respondí enojada

En ese momento, vagaban por mi mente un sinfín de preguntas acumuladas que necesitaban respuestas, las cuales él tenía, pero las ocultaba y no entendía el motivo. Si lo hacía para protegerme, era inútil.

—Basta, Mary Elizabeth. No aquí y menos delante de él.

Respiré profundo, aunque me costara trabajo admitirlo tenía razón.

—Bien— le dije de mala gana

Me acerqué a abrazar a Gonzalo. Él me correspondió el abrazo, no se veía como mi hermano, pero sus abrazos se sentían con la misma esencia.

—Te extrañé mucho, hermanita— besó mi cabeza, él seguía siendo más alto que yo.

—Yo también te extrañé. Siento mucho no haber estado cuando todo pasó— en verdad lo sentía.

—Fue mejor así. Tenías que ver por tu propio bien.

Lo abracé aún más fuerte.

—Creo que es hora de irnos— dijo Stephano interrumpiendo el momento.

— ¿A dónde iremos? — preguntó Gonzalo

—Regresaremos a Italia— respondí

— ¿Directamente a Florencia?

—No— intervino Stephano, antes de que yo hablara —El vuelo nos llevará a la capital, de ahí tomaremos otro vuelo que nos llevará a Verona, primero tengo que ver a un buen amigo.

Durante todo el vuelo hacia Verona sentí a Stephano abrazándome con fuerza. Medio dormía, podía sentir sus brazos sobre mí. Tenía los ojos cerrados, pero escuchaba claramente la conversación que sostenía con Gonzalo.

—Me alegra que la hayas encontrado.

—Le prometí a tu madre que lo haría y no le fallé.

—Eso me alegro. Siempre supe que ella estaba viva, aunque haya fingido su muerte. Sé que tuvo sus razones y no la culpo. Es una lástima que no la haya podido defender como se debería de...— hizo una pausa— bueno, tú y yo sabemos de quien.

—Tú estabas más ocupado en preservar tu vida. No te culpes, cada uno tenía sus problemas.

—Sí, pero no puedo dejar de reprocharme, ella es mi hermanita, es la menor y mi deber como el mayor era protegerla.

—Para algo me tenía a mi ¿no? — rió— era su ángel de la guarda. Yo tampoco supe cómo protegerla— sentí que acarició mi mejilla.

—Ambos hicimos lo que pudimos. Cuando la situación lo ameritó— escuché como Gonzalo palmeaba el hombro de Stephano —mejor cambiemos de tema ¿a quién veremos en Verona?

—A Romeo— respondió muy seguro. Tuve que ahogar una risa, para seguir fingiendo que dormía.

— ¿Y a Julieta también?— preguntó en tono de burla —Stephano ¿a quién veremos?

—Es un buen amigo, al cual apodan Romeo.

—Lo siento— se disculpó Gonzalo

—No te preocupes, es lógico pensar eso— rió, Gonzalo hizo lo mismo.

— ¿Y en qué nos ayudará?

—Digamos que él tiene algunas cosas que nos servirán y me debe unos cuantos favores.

Comencé a abrir los ojos

— ¿Dormiste bien mi hechicera? — acarició de nuevo mi mejilla

—Sí, un poco— medio sonreí

—Me alegro— me apretó un poco más fuerte.

Llegamos al aeropuerto de Verona. Stephano contrató un coche, desde que salimos del departamento no me ha dejado utilizar magia.

Él iba manejando, yo de copiloto, Gonzalo iba en la parte trasera.

— ¿Vive muy lejos tu amigo? — le pregunté.

—No, ya casi llegamos— dijo al doblar por una calle. Siguió derecho unas tres cuadras, dio vuelta a la izquierda y se estacionó.

—Hemos llegado.

La casa lucía de lo más normal, no tenía nada fuera de lo ordinario.

Stephano se bajó, tocó el timbre y salió un joven alto, un poco bronceado, con ojos oscuros. No cabía duda, él también era un ángel caído, como no lo adiviné antes.

— ¡Stephano! — dijo él, al abrazarlo con euforia. Imaginé que estaba feliz de verlo.

— ¡Romeo! ¿Cómo has estado? — respondió él de la misma manera.

—Pasa por favor.

Gonzalo bajó del coche, y yo seguía ahí.

—Ven mi hechicera, él no hará nada malo— gritó desde el umbral de la puerta principal.

Lo miré incrédula

Él se acercó al coche, abrió la puerta, se puso en cuclillas y tomó mis manos

—Lo prometo— se paró y extendió su mano para que la tomara.

Bajé. Caminamos hasta la puerta tomados de la mano, pasamos y nos sentamos

—Mary Elizabeth, te ves algo diferente— mencionó Romeo al verme.

Medio sonreí

—Digamos, que no soy la misma— arqueé una ceja.

El chico apodado Romeo miró a Stephano

—No es una reencarnación, es la misma.

—Ella murió.

—No lo hizo. Larga historia.

—Yo le diré— le dije a Stephano— siempre fingía mi muerte cada vez que Stephano me encontraba

— ¿Por qué?

—Es simple— arqueé una ceja —No quería ser encontrada.

—Algo cambió, sino, no estuvieran aquí, juntos— hizo énfasis en la palabra juntos.

—Regresamos para terminar con lo que se empezó hace tiempo.

— ¿Quieres decir que...?

Romeo no terminó de pronunciar la pregunta, cuando Stephano ya tenía su respuesta

—Sí, la guerra está más cerca de lo que crees.

—Esta es la mejor noticia que me han dicho en el último siglo, hermano— Se escuchó muy emocionado, pero esa alegría se esfumó tan rápido como llegó — ¿Pero estás consciente que esa guerra traerá muchas muertes?

—Sí, pero vale la pena asumir el riesgo.

¿De qué guerra hablaban?

¿De la misma guerra que Alyssa tuvo en su visión?

¿Quitarle el poder a mi padre?

¿Cobrar venganza por lo de mi madre?

Lo único que me importaba era que el asesino de ella pagara por lo que hizo.

Oscura NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora